Lapatilla
La pregunta más común hoy en el automercado, la panadería, el café, el transporte, la casa, en cualquier sitio en Venezuela es ¿hasta cuándo va a durar esta vaina? Así, o en sus diversas formas menos duras: ¿esto no va a tener fin? ¿cuándo va a acabar esto? etcétera, etcétera, etcétera, para decirlo como acostumbra Maduro al momento en que su ignorancia y su escaso verbo le pasan factura.
Y no es para menos, la situación pareciera “impeorable”. Crisis como la que hoy sufrimos los venezolanos, nunca nos había agobiado en los tiempos contemporáneos. Eso de hacer catorce horas de cola en un “Bicentenario” para adquirir a medias artículos básicos para subsistir una semana es un criatura hija de esta revolución.
Nadie escapa a la tentación de soltar esa interrogante al encontrarse con otra persona. Al oír el precio de un producto. Al cobrar el salario. En público. En la intimidad. En sueños. En una reunión familiar. Ha sustituido la vieja pregunta de ¿cómo está la vaina? Pues ya todo el mundo sabe como está la vaina: ¡JODIDA!
Todo lo anterior viene a cuento porque, en la tradicional reunión familiar de este domingo, mi anciana madre contó que en una panadería del Litoral central al ella soltar la bendita pregunta de “¿hasta cuándo va a durar está vaina?”, un anciano de su edad le respondió: “señora, lo que estamos viendo son los tráiler. La película viene después”