TEXTO: SILVINA HEGUY/FOTOGRAFÍA: ÁLVARO YBARRA ZABALA / LA HABANA
Los alrededores de lo que será la embajada estadounidense en Cuba mantendrán el mar, el Malecón, el viejo polideportivo abandonado que se llena por la tarde de cubanos que practican ejercicios y, por ahora también, el llamado «Parque de los Suspiros». Hay pocos lugares en La Habana que puedan sintetizar como El Malecón lo que pasa en Cuba. El largo murallón sobre el mar es la frontera de la isla; paseo que tiñe de aire marino al aburrimiento;trampolín prohibido para los más jóvenes que desafían a las peligrosas piedras y a la policía que no los deja zambullirse al mar; lugar de encuentro de tribus urbanas; desfiladero de turistas y también, y no podría ser de otra manera, uno de los principales escenarios de los cambios que desde diciembre de 2014 vienen ocurriendo en el plano diplomático con el acercamiento de La Habana y Washington.
Entre la calle L y M, en el tramo del paseo hasta ahora más solitario por la seguridad que existe, este lunes se dará uno de los hechos históricos más simbólicos de este capítulo que marca el final de la Guerra Fría.
En el edificio de siete pisos, que data de 1953, la hasta ahora oficina de la Sección de Intereses de Estados Unidos se transformará en la embajada de ese país ante Cuba tras cinco décadas. Ese día, pero a 1.826 de kilómetros, en Washington una gran ceremonia marcará la apertura de la representación diplomática cubana en Estados Unidos. La fecha del festejo formal de reapertura en la isla está pendiente del viaje de John Kerry, el encargado de la política exterior del presidenteBarack Obama.
Protestómetro
Hasta diciembre esta área del Malecón era el punto central donde se daba todavía batalla en la Guerra Fría. En las últimas décadas el área fue el centro de las protestas más grandes que se han dado durante la llamada Revolución cubana, en un país donde las manifestaciones no son toleradas. Frente a lo que será la embajada estadounidense se extendía la Plaza Antiimperialista o el «protestómetro», tal como lo llaman con humor los cubanos.
De cemento, con cuatro arcos y palmeras de metal tomó su actual formato en el año 2000, durante la disputa por el niño Elián, que enfrentó a los dos países. El pequeño había huido con su madre en una balsa hacia la costa de la península de la Florida escapando de la pobreza. La mujer murió en la travesía y el padre del chico comenzó a reclamar por su regreso. El pequeño había logrado llegar a tierra y la parte de la familia que vivía en territorio estadounidense lo reclamaba.
El gobierno cubano pidió el retiro de la instalación, como recibió una negativa como respuesta, mandó colocar una exhibición de fotos con las torturas de las tropas de Estados Unidos a la población civil iraquí. Dos años después, la oficina norteamericana colgó laDeclaración Universal de Derechos Humanos, Fidel Castro –como respuesta– ordenó colocar 132 mástiles con banderas, que representan las víctimas de atentados atribuidos a la CIA por Cuba.