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Pedimos el auxilio de las máximas autoridades del mundo en respaldo y protección de la vida de una de las figuras más prominentes de nuestro país y de cuyo futuro depende en gran medida el restablecimiento de las plenas libertades y la vigencia de nuestro aherrojado Estado de Derecho.
Cuando contrariando todos los pronósticos y sobrellevando el peso de una aviesa campaña de un régimen autocrático blindado en su contra, Antonio Ledezma se impuso en las elecciones regionales del año 2008 como Alcalde Mayor de Caracas, ciudad capital de Venezuela y el cargo político más significativo del país luego de la Presidencia de la República, se hizo evidente que más que enfrentar la problemática edilicia e ir en socorro de los más humildes de una ciudad que encaraba gravísimos problemas de inseguridad pública, desaseo, desorden, graves déficits en educación, salud, recreación y vivienda, el nuevo Alcalde Metropolitano debería vencer la cerrada e implacable oposición de un poder ejecutivo decidido a impedir cualquier alternativa de Poder para Venezuela. Y fue, precisamente, en el experimentado y joven político guariqueño, varias veces alcalde, gobernador, diputado – a los 29 años – y senador – a los 39 -, en quien vio al ícono de la contestación.
Hugo Chávez decidió declararle la guerra. Y se la declaró.
A pesar del uso indiscriminado de todos los instrumentos del Estado en su contra, Antonio Ledezma no sólo salió adelante en su primera gestión sino que fue reelegido con amplia mayoría en las elecciones de diciembre de 2012. Reducido a un mínimo campo de maniobra, supo darle a su cargo la honda significación política ante el asedio y llevar a cabo una acción invalorable al frente de la oposición venezolana. La Alcaldía Metropolitana de Caracas se convirtió en un fortín de la lucha por la libertad de los venezolanos, acorralados por un régimen dispuesto a llegar a sus últimas consecuencias para entronizar un sistema totalitario en el país. A su trabajo incansable junto al de otros dirigentes opositores debemos agradecer que Venezuela se haya mantenido aferrada a sus principios libertarios.
La historia de Antonio Ledezma al frente de la Alcaldía Mayor de Caracas es la historia del sistemático acorralamiento por un estado autocrático de un político ejemplar. Y la burla del gobierno de Nicolás Maduro a los cientos de miles de caraqueños que lo eligieran como su representante. De allí la decisión de las autoridades policiales y judiciales de romper todas las instancias de un debido proceso y secuestrarlo para impedirle todo accionar en defensa de nuestra institucionalidad democrática, severamente afectada. Lo han hecho el 18 de febrero del presente año, obedeciendo instrucciones de un Poder que ha perdido el poco tinte de autoridad nacional y soberana que algún día tuvo, muerto Hugo Chávez, la única figura que pudo dotarlo de alguna legitimidad y entregada a la absoluta discreción de una nación extranjera.
Desde esa fecha, cuando asaltando su oficina en donde despachaba con algunos de sus colaboradores, fueran rotas las puertas de cristal de su despacho hasta sacarlo arrastrado por la fuerza bruta de una docena de esbirros sin ninguna orden judicial de allanamiento o captura, disparando, amenazando a quienes se les interpusieran en su camino hasta llevarlo al cuartel central de la policía política de Nicolás Maduro de Caracas, el alcalde Antonio Ledezma se encuentra encarcelado.
Sin juicio y acusado por haber suscrito un documento en donde se mencionaba la palabra “transición”, lo cual le daba argumentos al régimen para acusarlo de sedicioso, la máxima autoridad electa de la capital de la República fue encarcelado en la prisión militar de Ramo Verde y sometido a los habituales vejámenes que ello comporta. Hasta que, afectado por las consecuencias de una reciente operación, debió ser internado en una clínica de la capital, sometido a una nueva operación y enviado a su casa habitación a continuar su convalecencia bajo prisión domiciliaria. Allí, bajo absoluto aislamiento policial, continúa sometido al acoso de la justicia y mientras se postergan una y otra vez las audiencias de su juicio para mantenerlo encarcelado, las autoridades pergeñan una siniestra maniobra de sevicia, humillación y castigo en su contra: ahora pretenden abrirle un juicio por su supuesta participación en un hecho de sangre, de bochornosa e indigna naturaleza criminal: el asesinato de una ciudadana venezolana.
Quienes conocemos al Alcalde Metropolitano y podemos dar fe y dejar constancia de su altísima honorabilidad, su irrestricto respeto a los derechos humanos, su temple y su afabilidad para con todos, no podemos menos que escandalizarnos ante una maniobra tan artera, sólo imaginable en las historias del nazismo hitleriano, el estalinismo soviético o las peores intrigas de las tiranías bananeras. Pero, por lo visto, nada de eso parece poner límites a la disposición de acorralarlo con la infamia y la mentira. Precisamente por ello, es de vital necesidad que la opinión pública nacional e internacional se alce con valor en defensa de su dignidad, su honorabilidad y su integridad moral. Pedimos, por ello, el auxilio de las máximas autoridades del mundo en respaldo y protección de la vida de una de las figuras más promitentes de nuestro país y de cuyo futuro depende en gran medida el restablecimiento de las plenas libertades y la vigencia de nuestro secuestrado Estado de Derecho.
Nota de prensa