William Anseume: César Rengifo, centenario de un luchador democrático por la libertad

William Anseume: César Rengifo, centenario de un luchador democrático por la libertad

thumbnailWilliamAnseumeJusto hoy se cumplen cien años del natalicio del caraqueño César Rengifo. Aquel autor de teatro, aquel pintor, aquel poeta, aquel muralista, aquel articulista, aquel luchador permanente por los derechos democráticos.

Suena raro llamar democrático, hoy día, a alguien que fue comunista. Algunos comunistas fueron demócratas cabales y eso mal suena hoy.

Del teatro de Rengifo, actualmente, me interesa el que le sirvió para enfrentar la dictadura de Pérez Jiménez. El partido comunista estaba ilegalizado entonces y Rengifo siendo miembro de él, como era, y empedernido intelectual libertario, la emprendió contra ese déspota en la totalidad de sus construcciones dramatúrgicas de entonces. Esto le valió la censura a Soga de niebla (1952) que sólo pudo ser estrenada luego de la caída del gobierno militar. Los intelectuales de entonces, en su casi totalidad se opusieron al régimen que había desplazado a un integrante de su “grupo”, el escritor Rómulo Gallegos, de renombre continental y fundador del otro partido ilegalizado también, Acción Democrática. El dramaturgo Rengifo firma los manifiestos de los intelectuales contra el régimen, pero también funda el Grupo de Teatro Máscaras, según él con el propósito certero de decir la verdad sin que los descubrieran. Y la verdad fue dicha.





La verdad fue dicha y escenificada en Caracas, en medio del terror de la dictadura, en una de sus obras capitales que sí fue representada en 1952, la que hoy presentará en lectura dramatizada el grupo de teatro de nuestra Simón Bolívar: Joaquina Sánchez. Es esta una obra que rememora el levantamiento continuo de Gual y España en procura de la libertad. Allí se escucha la Canción americana que tiene versos de resonancia todavía hoy, como aquellos que dicen: “Afligida la patria/ os llama, americanos,/ para que reunidos/ destruyáis,/ destruyáis al tirano”. Más adelante, en la misma obra es Joaquina la que clama libertad: “No tener tormentos, no sentir sobre uno constantemente el peligro de la horca, del verdugo. Poder mirar con tranquilidad las flores, el cielo, los niños. Andar por la calle con sosiego. Poder hablar sin medir las palabras…” Antes, cuando Pérez Jiménez, ahora en otra tiranía, esas palabras resuenan con voz tronante.

Si quedan dudas acerca del carácter democrático del autor caraqueño, del cual hoy se celebran sus cien años de haber nacido, habría que leer, como también lo haremos en el homenaje de hoy en medio de un paro de profesores, el artículo de 1952 titulado “Ni Carujo ni el gendarme necesario”, donde usa palabras valederas hoy también en Venezuela, luego de clamar por elecciones libres: “Bajo dictaduras y regímenes de fuerza y terror no alienta sino la esclavitud y la abyección, el hambre y la inmoralidad”.

César Rengifo, el comunista, el censurado, el atacante permanente de la dictadura, puede ser y será usado como bandera de este gobierno tan o más abyecto que aquel al que criticó por terrorista y dictatorial, pero su palabra expresada entonces servirá para desmarcarlo abiertamente de cualquier uso y apropiación por parte de seres poderosos a los que enfrentó permanentemente con su obra dramática y sus demás textos, y, también, desde su pincel y sus murales.
La palabra no muere César. Ahí está el legado en esta mengua de paz y de libertad que nos queda.