Hay seres que nacen para dejar huella, para transformar lo que tocan. Teodoro es de esos. Ha hecho de todo, y en todo ha cambiado todo.
En plena guerra fría, cuando la pesadilla nuclear gravitaba sobre el futuro del planeta, y los bloques más poderosos militares amenazaban con destruirse, y destruirnos, Teodoro desde las propias filas del comunismo denunció al totalitarismo sovietico cuyos tanques acabaron con los siete meses de liberación y esperanza de la Primavera de Praga.
Rompe con el Partido Comunista y funda el MAS, junto al legendario Pompeyo Márquez ese otro guerrero épico de la historia contemporánea, cautivando de inmediato la imaginación de buena parte de la juventud política y de la intelectualidad venezolana, quienes veían por fin amalgamarse la posibilidad del cambio social con los valores más caros de Occidente: libertad, democracia y progreso.
Como guerrillero volvió locos a los órganos de seguridad que nunca alcanzaron a mantenerlo en prisión por mucho tiempo al protagonizar las fugas más audaces que se conozcan: la del Hospital Militar, cuando bebió sangre para vomitarla y engañar a sus captores fingiéndose moribundo y así poder descolgarse varios pisos por sábanas amarradas. O la de cuartel san Carlos, a través de un largo tunel excavado para que pudiera escaparse junto con Pompeyo y Guillermo García Ponce.
Como economista, se graduó con honores y terminó ocupando la más alta responsabilidad en la conducción económica de la nación, dejando como ministro una huella imborrable al convertirse de hecho en la cabeza visible y más lúcida del gobierno de Caldera.
Su estilo aspero y frontal le ha valido no pocos enemigos por enfrentar decididamente y sin cuartel al proyecto político de Chávez pero también al golpe de estado de abril de 2002, y locuras de algunas corrientes opositoras como convocar una huelga en pleno proceso de negociación, cantar fraude sin pruebas en el 2004, o boicotear la elección del 2005.
En su faceta de escritor, varios de sus libros han marcado un antes y un después en la reflexión política nacional, integran acervo cultural del pensamiento político latinoamericano, y se convirtieron en parte de la chispa que encendió el debate irreverente en la izquierda europea en contra de las atrocidades del socialismo marxista entronizado en el régimen totalitario soviético. Sus titulares y editoriales en EL Mundo, primero, y en TalCual después con aquel memorable “Hola Hugo”, han reinventado el periodismo de opinión, convirtiéndose en referencia orientadora de la oposición democrática.
Teodoro se ha codeado y ha sido amigo de lo más destacado del mundo político, cultural e intelectual del hemisferio. Le acaban de otorgar otro premio, de los más destacados en el mundo periodístico.
Es un orgullo para Venezuela. Hoy está demandado, perseguido, impedido de salir del país, bajo un malévolo régimen de presentación. A sus 83 años en lugar de hacerle una estatua han intentado arruinarlo y acabarlo. Pero no se deja. Allí está.
Durante mi estadía en el CNE nunca perdí oportunidad para consultarlo. Muchas gracias.
Hoy lo que le han hecho a Teodoro, lo repiten contra los medios que no se han dejado comprar. A El Nacional tratan de quebrarle las rodillas escamoteandole el papel y demandándolo junto con La Patilla.
Tengo diferencias con las lineas editoriales y estilo de periodismo de La Patilla y El Nacional. Pero es su estilo, su derecho, y tienen abiertos sus espacios a todas las corrientes del pensamiento. Ojalá hubiesen cada vez más estilos y lineas editoriales diversas que enriquecieran la forma de ver las cosas y estimularan el pensamiento crítico. Todo lo contrario, vda vez hay menos. Por eso hay que agradecer a los valientes accionistas, directivos, periodistas y trabajadores de esos medios indispensables su tesón y compromiso para impedir que en Venezuela la única verdad sea la verdad oficial. Muchas Gracias, también.
Vicente Díaz
@vicentedz