Otrora un pueblo polvoriento a seis horas de auto de Bogotá y epicentro de la guerra entre el Estado, la guerrilla y los paramilitares, Puerto Gaitán se transformó de la noche a la mañana cuando hace 13 años se descubrió una reserva de petróleo. Al compás del bombeo del oro negro abrieron nuevos negocios, florecieron los hoteles, llegaron a cantar estrellas del pop internacional y se construyeron fastuosos edificios donde antes sólo había calles de tierra y casas modestas.
En poco tiempo, la población se multiplicó y esta localidad de 5.000 habitantes llegó a tener 45.000 residentes.
Ahora, con el precio del crudo en picada, muchos preparan las maletas y se preguntan qué les deparará el futuro, un interrogante que atormenta a numerosas regiones de América Latina que enfrentan tiempos duros a raíz del desplome de la industria petrolera.
Venezuela es donde más se siente el impacto del derrumbe de los precios del petróleo ya que el 95% de los ingresos del gobierno socialista de Nicolás Maduro era generado por la exportación de crudo. En los últimos meses han crecido las colas en los supermercados y aumentó la escasez, pues el gobierno, tratando de no quedar en mora, ejerce aún mayor control sobre los dólares necesarios para importar todo, desde alimentos hasta piezas de automóviles.
“Las cosas van mal, pero no hemos tocado fondo todavía”, afirma Edgar Candelo, que perdió su trabajo como conductor de un camión cisterna en Rubiales, el campo petrolero más grande del país y de donde sale un cuarto del crudo de Colombia. Con 46 años y sin perspectivas a la vista, no ha tenido más remedio que aceptar un trabajo a 100 kilómetros de distancia y con la mitad de salario.
Una conmoción similar se vive en otras zonas de América Latina donde los precios del petróleo han caído casi a la mitad desde septiembre y amenazan con tumbar el auge económico de la última década. Los gobiernos de izquierda de la región, que durante la época de bonanza derrochaban en programas sociales que los apuntaló en el poder, ahora se encuentran en la difícil posición de tener que recortar los presupuestos en medio de crecientes tensiones sociales.
En toda la región, desde la Patagonia a México, donde el gobierno lanzó una histórica reforma petrolera, el nerviosismo es palpable. Se están abandonando proyectos de perforación que proliferaron durante la última década y el Bank of America redujo de 1,8% a 1,3% su previsión de crecimiento este año para la región.
En Colombia, la producción de petróleo se había duplicado los últimos siete años hasta llegar al millón de barriles diarios. El ejército expulsó a guerrilleros y paramilitares y las compañías petroleras se lanzaron a explotar zonas que hasta entonces estaban en disputa. Importador neto de petróleo hasta no hace mucho, Colombia llegó a ser el quinto mayor proveedor de los Estados Unidos. Impulsada por la producción de petróleo casi récord, su PIB creció un 4,8 % el pasado año, el ritmo más rápido entre las principales economías de América Latina.
Puerto Gaitán, epicentro del boom
Las regalías llovieron entonces sobre municipios como Puerto Gaitán multiplicando por 100 su presupuesto en poco tiempo, lo que trajo consigo un frenesí de proyectos de construcción como impresionantes escuelas, una biblioteca del tamaño de un campo de fútbol y una espectacular bóveda acústica construida en guadua. Mientras tanto la población crecía y artistas como el cantante de salsa Marc Anthony y el rapero Daddy Yankee llegaron a cantar en lo que hasta entonces era un pueblo ganadero.
La obra que mejor representa los surrealistas excesos es la “Puerta al Paraíso”, un enorme arco de colores chillones levantado a la entrada del pueblo, que evoca el pasaje bíblico de Adán y Eva, por el que debería caer una cortina de agua. Costó un millón de dólares, pero la última vez que se conectó el sistema fue en enero durante un festival porque necesita 12 camiones de bomberos llenos para completar el circuito de agua.
El alcalde Edgar Humberto Silva defiende los gastos cómo inversiones útiles, pero reconoce que el futuro es sombrío. El sindicato de la industria petrolera USO dice que cerca de 7.000 trabajadores han perdido sus puestos de trabajo en las últimas semanas debido a que la empresa Pacific Rubiales congeló las inversiones. Las acciones de la empresa que cotiza en Toronto se han reducido en más de la mitad desde diciembre.
A nivel nacional, el Ministerio de Trabajo calcula que unos 25.000 trabajadores del petróleo, una cuarta parte de la fuerza laboral de la industria, podrían perder sus puestos de trabajo. También el gobierno está acusando el golpe tras la caída en los precios del barril, pues las exportaciones de crudo llegaron a financiar un 15% del gasto público.
Pero en Puerto Gaitán la situación es más dramática y la crisis se percibe en todas partes, con tiendas cerradas, bares desiertos o un lote vacío donde hace menos de un año se proyectaba la construcción de un hotel Best Western.
Con el boom del petróleo también llegaron a vivir aquí miles de trabajadores y centenares de prostitutas. “Las amigas nos íbamos llamando unas a las otras. Solo sabíamos que aquí había mucho dinero y mucho trabajo”, cuenta Sindy, quien trabaja en el prostíbulo Ensueño y no quiso dar su nombre completo. Al club que tiene al lado, Flowers, no le va mejor y las trabajadoras del sexo juegan aburridas con sus celulares en los sillones de un decrépito lugar, a la espera de que entre algún cliente, mientras suena música de bachata.
“En la época buena estaba lleno de trabajadores del petróleo pero ahora apenas llegamos a un 10% de ocupación”, expresó Guillermo Ardila, de 65 años, dueño del modesto hotel Sarare de 20 habitaciones, de las cuales sólo hay dos ocupadas.
Los viejos habitantes del lugar, por otro lado, temen ahora un regreso de grupos armados ilegales y con ellos las “vacunas” y las extorsiones.
“La cultura del paramilitarismo caló entre la población y Puerto Gaitán es terreno abonado para la violencia”, señaló el alcalde Silva.
Con más de 45 años viviendo en Puerto en Gaitán, Ardila es de los pocos que han experimentado la época dura del paramilitarismo, que imponía su voluntad en el pueblo y le hacían pagar ‘vacuna’ por mantener abierto su local. “Hoy estamos peor”, sostiene. Su mujer tuvo que tratarse un cáncer en Villavicencio, a tres horas de ahí, porque en el “municipio más rico de Colombia” no hay posibilidad de tratar la quimioterapia, indicó.
Los pocos afortunados que aún conservan su trabajo han dejado de tomar su cerveza fría en las terrazas de Puerto Gaitán a pesar del sofocante calor.
Lady Rubio, de 27 años, tenía dos bares que estaban siempre llenos. Hoy ha cerrado uno de los locales, que empleaba a cinco trabajadores. “Antes vendía unas 300 cervezas al día pero ahora, con suerte, vendo 60. He pasado de hacer 200 dólares día a los 65 de ahora”, resume Rubio sentada en la mesa de un bar vacío. “El ambiente es muy triste y la economía está devastada. Cada día escuchamos de más gente despedida”. Los billares de enfrente lucen deprimentemente vacíos como un cuadro de Hopper.
Colombia no es el único país
Pese al desalentador panorama colombiano, Venezuela es donde más se siente el impacto del derrumbe de los precios del petróleo ya que el 95% de los ingresos del gobierno socialista de Nicolás Maduro era generado por la exportación de crudo. En los últimos meses han crecido las colas en los supermercados y aumentó la escasez, pues el gobierno, tratando de no quedar en mora, ejerce aún mayor control sobre los dólares necesarios para importar todo, desde alimentos hasta piezas de automóviles.
También está en riesgo, dicen los analistas, Ecuador, quien es miembro de la OPEP y el mes pasado tuvo que pedir un crédito de 7.500 millones de dólares a China para enfrentar la crisis
A pesar de todo, el alcalde de Puerto Gaitán ve la luz al final del túnel.
“A largo plazo, esto podría ser algo bueno para nosotros, porque el petróleo nos ha hecho a todos idiotas”, dijo Silva, quien quiere compensar la pérdida de ingresos mediante la promoción de cruceros fluviales para ver abundante avifauna de la región y delfines rosados de agua dulce. Pero a juzgar por los barcos vacíos enganchados al muelle, la avalancha de turistas que neutralice el golpe tardará aún mucho tiempo en llegar.
Las perspectivas de salir adelante, no obstante, son desalentadoras.
Todos los negocios están en venta o quebrados y nadie contrata”, declaró Luis Rosales, de 27 años, despedido hace poco por la empresa que limpia los tanques de Pacific Rubiales y quien ahora vende productos cosméticos de casa en casa. “Ahora mismo la única empresa que recibe empleados son las FARC”, agrega con humor negro, aludiendo a la principal guerrilla de Colombia.
Por JACOBO GARCÍA, Associated Press