El alma de la casa ya no está. Se fue hace un año. “Ha sido muy duro”, dijo Rosa Orozco, madre de Geraldín Moreno. Sus ojos se inundan, pero su fortaleza impide que las lágrimas broten. Recuerda aquel último abrazo. Su rostro se ilumina al repetir esas palabras que su hija le expresó camino a la clínica con la cara marcada por la violencia impresa en perdigonazos. “Mami te quiero mucho. Bendición”. No volvió a escuchar su voz. Se apagó al tiempo que la fe de sus familiares se encendió, reseña El Carabobeño.
Ya han pasado 12 meses desde aquel fatídico sábado 22 de febrero de 2014. Tras dos intervenciones quirúrgicas el equipo médico informó que la joven de 22 años estaba clínicamente muerta. Geraldín había sido atacada por funcionarios de la Guardia Nacional tres días antes en las afueras de su residencia en Tazajal donde observaba la manifestación que ahí se desarrollaba. Un primer perdigonazo muy cerca de ella hizo que se cayera al intentar correr. En el piso fue herida a quemarropa. Tuvo fractura en la zona orbitaria, desprendimiento del globo ocular derecho y la onda expansiva de disparos lesionó su cerebro totalmente.
En su hogar los intensos colores de cuadros y fotografías no ocultan la tristeza. El silencio es peculiar. Evoca nostalgia y paz. Al entrar a la sala lo primero que se observa es un gran retrato de Geraldín pintado sobre vidrio por el artista José Miras, quien luego de exponerlo se lo obsequió a Rosa Orozco. En la obra destaca la bandera de siete estrellas con la que salía a protestar. Justo en la pared del frente una tela con el rostro impreso de la mexicana Frida Kahlo le otorga una imponencia característica al apartamento. Es una fuerza que se refleja en la mirada de su madre, quien aseguró no haber podido estar de luto. “Cuando este sistema de gobierno caiga y se haga justicia tocaré fondo. De momento no tengo tiempo para eso”.