Para algunos jóvenes chinos que vuelven a casa por Año Nuevo, estas fiestas no son sinónimo de descanso en familia, sino de estrés. “¿Ya tienes pareja?”, es la pregunta que más se repetirá durante sus vacaciones, en las que muchos se someterán a citas a ciegas orquestadas por sus padres.
Tamara Gil/EFE
El camino, en ocasiones, es largo y las visitas son pocas. “Yo vuelvo una o dos veces al año a casa”, cuenta una joven china de 27 años, que escoge el popular apellido Li para identificarse frente a Efe.
Su historia es la de una alumna que consiguió acceder a una universidad de Pekín y que se quedó en la capital trabajando como contable.
Allí, se volvió independiente, comenzó a conocer a gente de todas las provincias y países, y a ver la vida de “una manera diferente” a la de sus padres.
Pero la tradición pesa en la sociedad china, y a ella se enfrenta cada vez que vuelve a su hogar en Jiangxi, sur de China.
“¿Has conocido a alguien?”, insisten en preguntarle no sólo sus progenitores, sino también sus tíos o abuelos, reunidos todos en estas fechas.
Este es el momento del año en el que los solteros sienten más la presión. Sobre todo, las mujeres, aunque los hombres tampoco escapan a este estrés, tal y como demostraba hace unos días el secuestro de una chica a manos de un joven desesperado de la norteña provincia de Liaoning que temía volver a casa de sus padres sin acompañante.
“En la mayoría de ocasiones, es la única vez que la familia se junta”, explica Li.
Tras las preguntas, vienen las recomendaciones: “Conozco al hijo de una amiga con el que podrías quedar…”. Esa será una frase que también se repetirá estas fiestas, durante las que los padres aprovechan para organizar citas a ciegas a sus hijos o conseguir que conozcan a alguien nuevo, al menos, por teléfono.
“Por como soy, mis padres nunca se atreverían a prepararme una cita a ciegas, porque quemaría la casa. Me dan su número y ya”, explica riendo Wang, una chica de 26 años que ha trabajado para grandes compañías como Lenovo y ahora lo hace para una organización internacional en Pekín, su ciudad natal.
Wang sigue buscando a su “compañero ideal”, y no se opone a conocer gente que le recomienden, aunque le enervan las numerosas preguntas que tiene que aguantar en estas fechas.
“La conversación siempre empieza con mi prima, que se acaba de casar… Yo la corto y me enfado. No es la mejor forma, pero es la mía”, dice a Efe mientras deja a un lado el portátil con el que trabaja en la cafetería de un lujoso hotel de Pekín.
Wang considera que hay dos mundos diferentes que hoy están enfrentados en China, el de los padres y el de jóvenes como ella. “Te quieren y quieren que vivas como ellos, pero nuestras formas de ver la vida ya no se pueden equiparar”, apunta.
La joven, cuya vestimenta le da apariencia de ejecutiva, ha accedido en alguna ocasión a quedar con “alguien” recomendado por su familia, pero fue un desastre.
“Me quieren pero no conocen mis gustos. Si tiene buen trabajo y una familia buena, ya les vale. ¿Y si no es simpático?”, dice a Efe la pequinesa, cuya historia contrasta con la de chicas de otras zonas del país como Zhang -seudónimo- que acabó casándose con un chico de su región, una zona rural del centro de China, por la presión.
“Ahora soy feliz”, se sincera Zhang con Efe por teléfono, casi dos años después de que se marchara por Año Nuevo a casa y decidiera no volver a la capital, donde trabajaba en una inmobiliaria.
En esas fiestas, sus padres le organizaron un encuentro con un vecino del pueblo y a ella le convenció. Al principio, confiesa, no “estaba enamorada”, pero le veía “bueno” y ella tenía que cuidar de su familia.
“Para los padres es una situación también difícil. Entre mayores, hay unas reglas sociales y si un vecino te pregunta sobre tu hija soltera y te recomienda a alguien, es descortés que digas que no. Al menos tienes que decir que preguntarás a tu hija”, explica al respecto la joven pequinesa.
La presión en una sociedad como la china, donde a los 27 años ya comienzan a llamar a las solteras ‘mujeres sobrantes’, provoca que algunas tomen medidas desesperadas, como alquilar “novios” para llevarlos a casa durante estas fiestas.
“Es la única forma a veces de acallar bocas”, opina Li de Jiangxi, a quien no le gustan que se metan en sus asuntos, mientras Wang resume: “En China, todo es dinero, trabajo y marido. No hay amor”. EFE