William Anseume: Ministra carcelaria… ¿para qué?

William Anseume: Ministra carcelaria… ¿para qué?

William Anseume

El “Ministerio del Poder Popular para el Servicio Penitenciario” es de una inutilidad intrascendente, como toda inutilidad. Su accionar se atiene a la charla. Por ejemplo, la de decir que en el Rodeo reina la mayor tranquilidad. Charla al fin, se cae de madura. Ese mismo día nos percatamos que en esa prisión inhumana, cual prisión venezolana siglo veintiuno cualquiera, suspendieron las visitas luego de impedir el ingreso de la comida que regaron los carceleros.

¿En qué ha mejorado el servicio penitenciario en todo este desgobierno continuado de Chávez-Maduro? ¿Se han adecentado en algo las prisiones, han dejado de ser los antros corruptores, procaces, infernales y terroríficos o esa cruda realidad se ha acrecentado y afianzado?





Tanto como el inexistente e innombrable, por risible, Viceministerio de la ”felicidad” del cual nadie sabe si lo hay, para qué diablos es, el ministerio carcelario se dedica a parlar sin fundamento alguno, ya que en los centros penitenciarios venezolanos, ahora, como nunca, lo que reina es el hamponato gansteril, la distribución de poderes, las estructuras a-”sociales”, con sus brujas no ministras, sus luceros y su comerciadera con carne humana, liderada por pranes discotequeadores. El hacinamiento provocador de riñas, calamidades físicas y psicológicas por doquier, retardos procesales y compra-venta de voluntades es lo que abunda en esos lugares macabros. Un enorme negocio con la libertad del ser. Las cárceles venezolanas son un asco cloacal muy, pero muy, distante de la posible reformación de individuo alguno.

En esa estructura han echado a los diversos presos políticos, estudiantes o no, gente valiente que se ha dado a la tarea irrenunciable de protestar la calamidad de país que nos legó Chávez con sus más incompetentes secuaces. Y, sí, hay  presos políticos en Ramo Verde, tal vez los mejor ubicados y no por ello menos maltratados por la injusticia de encarcelarlos indebidamente, por enfrentar el poder con el poder de la razón fecunda. Y allí se percata, por ejemplo, el expresidente colombiano Andrés Pastrana, al intentar infructuosamente apreciar de cerca las injusticias cometidas contra Leopoldo López,   de que las visitas son sólo las que el gobierno quiere y permite, las mínimas  que establece para violentar un derecho humano de hablar, ver y ser visto por su gente. En otros centros, los reclusos no pueden ni ver la luz, ni tomar el sol, ni atender visitas sino acaso a sus familiares más cercanos en escasos minutos. En otros, o los mismos, con la comida hacen los desastres de quienes están hechos no sé de qué madera para negarla o para repartir la boñiga que les zumban. Impiden a los presos ser atendidos por galenos, son violentados en su carne y en su psiquis indistintamente.

Asómese a las cárceles ministra, cumpla su trabajo, por el que le pagan, le pagamos, olvide el maquillaje carcelario, porque aquí la única pelúa que le gusta al venezolano es la arepa a reventar de queso amarillo, aunque no haya afeitadoras a la mano.

Si las cárceles venezolanas siguen siendo o han crecido como un asqueroso espacio lejano a la humanidad es su responsabilidad y la de su gobierno que no invirtió en ellas recursos, ni planes, ni cerebro; entre otras cosas porque no los hay cercanos al rojismo ramplón, ese  que ustedes representan.

Ocúpense de los seres humanos que están en las cárceles y abandonen ya el improductivo bla, bla, bla, que a nada ya conduce. Estos años han sido perdidos por completo en esta materia carcelaria, como en casi toda actividad que han tratado de emprender desde el malhadado gobierno pseudosocialista, más bien militarista y dictatorial, ocultando la verdad del despilfarro petrolero.  En las cárceles hasta las brujas están raspadas y rapadas.

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