Por cierto, Maduro, en uso de lo que muchos llaman: “dictadura mediática”, lo ha dicho varias veces: “(…) a mí no me importa que me llamen dictador.”, “Me llamarán dictador; pero voy hacer lo que hace un dictador.” Si así se manifiesta, si así dice ser, si así hemos sentido que gobierna, podemos preguntarnos, por ejemplo: ¿En qué nivel está? ¿Qué tipo de dictador es? ¿En qué podría parecerse a Kim Jong Il de Corea del Norte, a Than Shwe de Birmania, a Hu Jintao de China, a Robert Mugabe de Zimbabwe, al Príncipe Abdullah de Arabia, a Teodoro Obiang Nguema de Guinea Ecuatorial, a Omar Al-Bashir de Sudán, a Saparmurat Niyazov de Turkmenistán, a los hermanos Castro de Cuba, al rey Mswati III de Swazilandia? ¿Los igualará en todas sus cualidades? ¿Quedará a medias o no alcanza a ser émulo de ninguno de estos “hermosos ejemplares de la estirpe dictatorial”?
Los dictadores para intimidar persiguen, torturan, inhabilitan, apresan a los líderes oponentes y prohíben las actividades de los partidos políticos. Para ello usan a toda su fuerza, recursos y capacidad para incidir sobre los Poderes Públicos. La inseguridad jurídica, la falta de libertad de los Poderes públicos y la desmedida represión son usadas indudablemente para neutralizar a sus opositores y callarlos. ¿Tiene estas características algún parecido con nuestra realidad política actual?
Si observamos más, encontramos que Maduro como rival de los 10 dictadores más crueles y malvados del mundo, no contento con haber anulado la libertad y equilibrio de los poderes, cuenta con militares incondicionales de la FANB, sostiene a grupos armados, entrenados, rentados y destinados a reducir a los adversarios de la “revolución”. Maduro, hasta ahora no ha prohibido partidos políticos; pero, no quiere que hayan dirigentes de oposición, los quiere presos a como dé lugar. Por eso, recurriendo a la violación de derechos constitucionales y a acusaciones infundadas, apresa a Leopoldo López, imputa a María Corina Machado y a Gaby Arellano. Sin dejar de mencionar, que hay más de dos centenares de presos políticos, miles en régimen de presentación e ingentes cantidades de venezolanos en exilio. Estas son, algunas de las múltiples maneras usadas para cerrarles el paso a los líderes de la oposición, sin dejar de mencionar la censura previa contra la crítica discrepante y los medios de comunicación social, aunado a la inhabilitación política para negarle el derecho a ser candidatos en las elecciones parlamentarias de 2015,
¿Será que estas conductas nos dicen, que de verdad, Nicolás Maduro es dictador? ¿Estará a punto de alcanzar a los 10 dictadores más malvados del mundo? ¿Acaso, cada vez, no se hace más inexorable ante las peticiones y exigencias de los organismos nacionales e internacionales que exigen el cumplimiento cabal de la Constitución, la libertad de los presos políticos, de los presos de conciencia y el cese de persecuciones?
Víctor Serge (1840-1947), periodista marxista-leninista ruso, quien denunciaba por toda Europa, las atrocidades cometidas por el tirano Joseph Stalin (1878-1953), solía decir: “Lo terrible de buscar la verdad es encontrarla.” Por cierto, Serge llegó a expresarle, a quien sería Premio Nobel de Literatura 1947, al escritor francés André Gide (1869-1951), que por demás, era defensor de la Revolución Rusa, lo siguiente: “Vista de cerca, la nueva Rusia no era lo que parecía vista desde el extranjero.” Gide, viaja por la Rusia de Stalin y comprueba que las denuncias de Serge, tenían asidero. Aunque la historia no se repite, algunos de sus retratos parecen reiterarse casi con similar injusticia y saldo de víctimas. En Venezuela muchos dicen: “Aquí no hay equilibrio ni libertad de poderes.” Ciertamente, así fue como destruyeron a la Quinta República desde sus comienzos. Los creadores de la “revolución” fueron secuestrando la autonomía de cada poder público para dejarlos a la voluntad de un amo, banalizaron la capacidad contralora del Estado con el fin de usar el despilfarro y la corrupción a sus anchas, que debilitaron la economía hasta la situación actual. La República desapareció. El imperio de las leyes constitucionales en Venezuela es una ficción. Si antes, la ley era Hugo Rafael Chávez Frías, ahora es Nicolás Maduro Moros. La República y la Constitución de Venezuela lucen como la rifa de la vaca pintada, y el “socialismo”, no es más que la escafandra con que la “revolución”, viste al dictador.