Los marañeros han secuestrado a Venezuela mientras el Estado perfila un sistema que favorece los “rebusques”. Las mafias usan a placer el sistema para su ganancia económica. Es un juego de poderes e influencias al servicio del lucro, publica La Verdad
Por Gustavo Ocando Alex / Maracaibo / [email protected]
Pocas veces la vergüenza me ha derrotado como aquella vez en el Instituto Nacional de Tránsito Terrestre de San Francisco. Ocurrió hace tres años, justo al entrar a un cuarto repleto de computadoras donde “presentaría” el examen teórico para obtener la licencia de conducir. Un funcionario me apartó y, sin decir palabra, respondió el test en mi nombre como si fuera Flash en aprietos. A ambos lados, la escena se repetía en un deja vú cobarde. Nadie, sino ellos, sacaron 20 puntos en el rebusque. Y los ciudadanos mirábamos silentes, cómplices.
Todos en ese cuarto habían pagado por “facilitar” el trámite. A otros pocos, miembros de la supuesta autoridad, habían cobrado un fajo de billetes por colaborar con el desmán. Aquel recuerdo -y muchos otros de igual estirpe- me martillea cual pájaro carpintero cada vez que, en estas horas, escucho y leo al presidente Nicolás Maduro enarbolando la bandera de la guerra anticorrupción y burocracia.
El jefe del Estado fallará estrepitosamente en su cruzada. No habrá Dante Rivas ni autoridad única anticorrupción del “pluscuamperfecto bla, bla, bla” que valga. Duele escribir una sentencia tan pesimista, pero la redacto con la convicción que me da el vivir en un país donde la picardía es más común que respirar. La viveza ha edificado una estructura monstruosa cuyas cabezas nacen desde el cuello del Estado.
Hay mafias de gente, familias enteras dedicadas a manipular el sistema a su antojo. Lo usan a placer para su ganancia económica. Es un juego de poderes e influencias al servicio del lucro de unos pocos. Y por los pecadores pagan los justos. Por un puñado de bufones se criminaliza a todos los estudiantes que gozaron de dólares preferenciales para cursos en el extranjero, por ejemplo. Culpables hasta que se pruebe lo contrario. En esa dinámica se nos mina la moral, se evaporan los valores. Parece que las reglas del Estado, todas engorrosas y dificultosas, están ideadas para cultivar pillos y marrulleros.
En tiempos de revolución han nacido o se han fortalecido los “cadiveros”, bachaqueros, contrabandistas de gasolina, gestores, especuladores, revendedores de dólares negros y demás especies en este bosque de corruptela en que se ha convertido Venezuela. Se multiplican como gremlins en piscina. Y lo peor es que siempre tienen a mano una excusa para explicar su putrefacto accionar. “Me tengo que rebuscar… este Gobierno no me deja alternativa”. ¡Bah! Tampoco les falta una audiencia inerte, que se hace la “Willy Mays” y justifica los malos pasos, el “billetico” para el almuerzo de un policía que te detuvo o el pago de “cupos” en las largas colas por baterías de carro y medicinas.
Concluyen algunos que el gen de la picardía acompaña al venezolano desde los tiempos coloniales, cuando los conquistadores españoles con los peores historiales se convirtieron en reyezuelos de la bellaquería nativa. A aquel funcionario que me apartó en el INTT para gestar su truhanería no le sentí el más mínimo acento andaluz. Dudo que haya recordado a Colón y a su nómina de rufianes cuando se embolsilló miles de bolívares por ser un residente más de una nación infestada por las marañas.
“Esta metodología de burocratismo puro termina fortaleciendo a los intermediarios, que encarecen parasitariamente los trámites que deben realizarse en nuestros registros y notarías públicas. Construyen de esta manera un usuario esclavo, sumiso a arbitrariedades y excesos de todo tipo”
Dante Rivas. Autoridad contra la Burocracia y la Corrupción
“Debemos construir un Estado moderno, eficiente. Un Estado obrero de verdad, un Estado socialista de verdad. ¡Ya basta del viejo Estado burgués que apesta a burocratismo y a corrupción!”
Nicolás Maduro. Presidente de Venezuela
161 es el puesto de Venezuela entre las naciones con mayor transparencia ante la corrupción. Somos el país más corrupto de América