Sin embargo, los militares asumieron que el poder pertenecía a ellos y surge la teoría insólita del “gendarme necesario”, conceptualizada más tarde por los escribidores positivistas, según la cual sólo la fuerza de los militares, ignorando la potencia de las leyes y la libertad de los civiles, puede salvaguardarnos del caos social.
El peso de la herencia de la monarquía española lo vemos reflejado en el autoritarismo de los caudillos, una especie de reyes sin corona, devenido en el presidencialismo que alcanza su paroxismo con Chávez.
La democracia la tenemos desde 1946 y su artífice fue Rómulo Betancourt, el político más prominente del siglo XX venezolano, y aprendimos desde entonces a quererla y a impregnarnos de la idea poderosa de la libertad, esbozada por nuestros abuelos primigenios de 1810, dejando atrás un pasado de sangre y opresión.
Las generaciones de dirigentes posteriores a Rómulo se desviaron y malograron su obra mediante la corrupción degradante, pero para corregir el rumbo no necesitábamos reincidir en un régimen militar como el de Chávez, que ahoga las libertades y lleva el saqueo hasta el extremo. Apostamos al gendarme necesario y nos equivocamos de banda a banda, el régimen encarnó un modelo superado, opresivo, embrutecedor y empobrecedor, que quiere imponernos procederes autoritarios e inconstitucionales a machaca martillo mediante la obscena propaganda oficial. La democracia es traicionada cada vez que se reprime una a una las libertades republicanas.
La supervivencia de la idea monárquica entre nosotros explica nuestro atraso político, y en ello insiste la propaganda y el discurso oficial ad perpetua en cadena nacional, imponiéndonos la devoción a un líder. Está muy cerca el desenlace de esta larga historia monárquica y militarista, los venezolanos nos inclinaremos hacia el poder civil.
¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!
@JulioCArreaza