El perro ladró. Ladró mucho. Dennys supuso que también tendría hambre. Entonces salió al patio, en la parte trasera de la vivienda, a servirle la perrarina. “Cuando estaba doblada, echando el alimento en la taza, uno de los malandros me abracó por la espalda y me tapó la boca. El otro me apuntaba en la cabeza con un arma”, recordó la mujer, quien estuvo 40 minutos como rehén dentro de su vivienda. Los hampones se escondieron en el callejón entre los dos bahareques que dividen las casas contiguas.
– ¿Dónde están los cobres, y las prendas?
– Yo no tengo prendas. Y la plata está en el negocio.
A Dennys le amarraron las manos y los pies con una extensión eléctrica y le taparon la boca con una media. “Yo colaboré con los malandros pa’ que no me mataran. Estaba muy asustada, pero gracias a Dios pude controlar los nervios”.
Los atracadores -vestidos con chemisses manga larga y manga corta, con jeans oscuros, gomas de marca y gorra- revisaron los clóset de los tres cuartos, sacaron todo de las gavetas y lo lanzaron al piso y sobre las camas. Luego fueron por los gabinetes de la cocina y terminaron en el abasto. Se embolsillaron el sencillo que produjo esa mañana Dennys.
“Mientras ellos caminaban de allá pa’ acá revisando todo, me saqué la media de la boca y me aflojé la extensión con los dientes”.
– ¡Dale un pepazo en la cabeza!, ¡dale un pepazo en la cabeza!
– No, chamo, tampoco la vamos a matar. ¿Qué te pasa?
A Dennys la maniataron de nuevo y ella recostó la cabeza sobre sus piernas. Entretanto, las patrullas de Polimaracaibo y de la Policía regional se conglomeraban en la calle 102. Los vecinos se dieron cuenta de que los hampones tenían sometida a Dennys y denunciaron la situación en el servicio de emergencia 171.
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