Julio César Arreaza B.: Dignos de respeto

Julio César Arreaza B.: Dignos de respeto

Crecí oyendo hablar de su vida heroica, de su ser auténtico: predicaba con el ejemplo, Alberto Ravell Cariño, fallecido en 1960, fue el preso más joven de Juan Vicente Gómez, a los quince años de edad y durante 14 años, estrenó grillos junto a los pantalones largos porque era un valiente luchador por la libertad. Periodista y luchador social, forjado en la durísima Universidad de la vida.

En un texto inédito fechado el 29 de agosto de 1954, escrito durante su exilio en Trinidad, hace algunas consideraciones sobre quienes le merecen respeto. Expresa: “Respeto me merecen a mi –hombre amasado con dolor y con angustia, crecido en pulperías de Nirgua y Urachiche, como sirviente, sin escuela, ni colegio, ni universidad, ganando un mísero salario para subsistir, levantándome a la alta madrugada para despachar peones y arrieros, leyendo a escondidas libros y periódicos, sin novias, sin cine, “sin arrocitos”, luego embarcador en un muelle de Puerto Cabello, tendero de Miguel Dao, office- boy de los Kolster, aprendiz de periodista en el Tesón, preso a los 15 años por decir lo que pensaba del excelentísimo señor don Juan Vicente Gómez, autócrata de Venezuela-las ideas de las gentes….Respeto al Obispo de las Pampas Monseñor Álvarez, quien daba pan y corazón a los pobres y limpiaba sus  vestiduras sacerdotales de toda hipocresía e impureza…Y a León Tolstoi, quien repartía sus tierras y era considerado como loco por su mujer- una condesa-porque aspiraba a vivir de acuerdo con sus ideas. Respeto a Ghandi, quien después de cursar estudios de leyes en Inglaterra renunció a su bufete de abogado célebre, vistió guayuco de algodón, se alimentó de leche de cabra, hizo ayunos que conmovieron al mundo y derramó su sangre por la India, como Cristo la suya para salvar a la humanidad. Yo respeto al general Dorta, al célebre “Piquijuye” de Guatire, cuando juntos usábamos la misma vela en el calabozo. Él para rezar su rosario, yo para leer la historia de la revolución rusa.

Yo respetaba a Sebastián Blanco Sosa, negro y medio loco que preguntaba: ¿dónde está la cabuya con la cual se midió la distancia que hay del cielo a la tierra?, después de oír la clase de geografía que yo dictaba, en la cárcel, bajo el toldo de la peña Beatriz-porque Beatriz se llamaba mi toldo y mi cocina, por la reina de los Estudiantes, a quien no conocía y que resultó prima hermana de la que hoy es mi mujer-con un pollino volteado por asiento, y con un basurero por aula, bajo el sol…Respeto a lo sincero, a lo simple, a lo leal”.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

@@JulioCArreaza

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