Normalmente, se estudian las mutaciones genéticas por sus vínculos con enfermedades como el cáncer, pero se sabe poco acerca de las que ocurren en los individuos sanos. En un estudio publicado en la edición digital de ‘Genome Research’, investigadores detectaron más de 400 mutaciones en las células sanguíneas sanas de una mujer de 115 años de edad, lo que sugiere que las lesiones en estos sitios son en gran parte inofensivas a lo largo de toda la vida. infosalus.com
Nuestra sangre se repone continuamente por las células madre hematopoyéticas que residen en la médula ósea y se dividen para generar diferentes tipos de células sanguíneas, incluyendo las células blancas de la sangre. No obstante, la división celular es propensa a errores y las células que se dividen con mayor frecuencia, incluyendo las sanguíneas, tienden más a acumular mutaciones genéticas.
En pacientes con cánceres de la sangre como la leucemia mieloide aguda (LMA), se han hallado cientos de mutaciones, pero no está claro si las células blancas de la sangre sanas también albergan estas alteraciones. En este nuevo estudio, los autores utilizaron la secuenciación del genoma de las células blancas de la sangre de una mujer supercentenaria para determinar si, durante una larga vida, las mutaciones se acumulan en los glóbulos blancos sanos.
Estos científicos han identificado más de 400 mutaciones en las células blancas de la sangre que no se encontraron en su cerebro, que rara vez se somete a la división celular tras el nacimiento. Estas mutaciones, conocidas como somáticas porque no se transmiten a la descendencia, parecen ser toleradas por el cuerpo, no conducen a la enfermedad y residen principalmente en las regiones no codificantes del genoma no asociadas previamente con la enfermedad, incluyendo sitios que son especialmente propensos a la mutación.
Al examinar la parte de las células blancas de la sangre que contiene las mutaciones, los autores realizaron un descubrimiento importante que puede señalar los límites de la longevidad humana. Los autores del trabajo, del ‘Cold Spring Harbor Laboratory’, en Laurel Hollow, Nueva York, Estados Unidos, vieron que, en el momento de la muerte de esta mujer, la sangre periférica brotaba de dos células madre hematopoyéticas activas (en contraste con un estimado de 1.300 células madre activas simultáneamente), que se relacionan entre sí.
Los autores también examinaron la longitud de los telómeros o secuencias repetitivas en los extremos de los cromosomas que los protegen de la degradación, ya que, tras el nacimiento, los telómeros se acortan progresivamente con cada división celular. Los telómeros de las células blancas de la sangre eran extremadamente cortos, a veces más cortos que los telómeros en el cerebro.
Como estas células de la sangre tenían telómeros muy cortos, estos expertos especulan con que la mayoría de las células madre hematopoyéticas pueden haber muerto por el agotamiento de las células madre, alcanzando el límite máximo de divisiones de estas células. Los autores creen que estudios futuros deben determinar si el agotamiento de las células madre es una de las causas de la muerte en edades muy avanzadas.
Las células blancas de la sangre en este estudio fueron donadas por una mujer supercentenaria, quien en el momento de su muerte en 2005, era la persona más vieja del mundo, y es probable que se trate de la persona de mayor edad que dona su cuerpo a la ciencia.