Michelle Bachelet asumió el martes por segunda vez como presidenta de Chile, en una emotiva ceremonia que tuvo como protagonistas a dos mujeres socialistas, que desde ahora ostentan los cargos más importantes de la nación.
Bachelet, una ex presa política que vivió en el exilio, es hija de un general de la fuerza aérea, Alberto Bachelet, que murió en 1974 por las torturas de sus camaradas golpistas, mientras Isabel Allende es hija del ex presidente Salvador Allende, quien se suicidó en el palacio de gobierno para no caer en manos de los militares golpistas, en septiembre de 1973.
Allende, quien es presidenta del Senado, recibió los símbolos republicanos de manos del mandatario saliente, el centroderechista Sebastián Piñera, y se le colocó a Bachelet.
La ceremonia se realizó en el Congreso, en el vecino puerto de Valparaíso, desde donde la nueva presidenta retornará por la tarde para pronunciar un discurso en uno de los balcones del palacio de gobierno de La Moneda, en Santiago.
Bachelet inicia su gobierno en medio de las mayores expectativas de las últimas dos décadas, al prometer a los chilenos ambiciosas reformas económicas y sociales, incluida una educación pública gratis para todos, pero esas expectativas pueden ser el mayor desafío que enfrentará su gobierno.
Bachelet, una pediatra socialista de 62 años, separada, madre de tres hijos, agnóstica, vuelve al poder con la experiencia de un gobierno anterior, hace ocho años, que concluyó con una popularidad de 84%, aunque no realizó grandes reformas, y de haber dirigido la agencia ONU Mujeres.
En las elecciones obtuvo el 62% de los sufragios, apoyada por cuatro colectividades de centroizquierda, más el Partido Comunista, y dos movimientos menores, agrupados en la Nueva Mayoría.
Bachelet planea financiar los cambios educacionales con una alza a los impuestos de las empresas; redactar una nueva Constitución y disminuir la gran desigualdad en la sociedad chilena, pero enfrentará una desaceleración económica y la presión de los estudiantes que no le darán una “luna de miel”, según declaró a The Associated Press Naschla Aburman, líder de los estudiantes de la Universidad Católica.
“El mayor desafío de Bachelet es que las expectativas son demasiado altas”, afirmó a la AP el analista político Patricio Navia, de la Universidad de Nueva York, quien agregó que la gente espera muchas cosas, “pero las condiciones económicas han cambiado”.
El nuevo ministro de Hacienda, Alberto Arenas, dijo que “el nuevo gobierno recibe una herencia de la actual administración (del centroderechista Sebastián Piñera) de una economía desacelerada, una herencia de crecimiento bajo, las cifras así lo indican”.
Aunque tendrá mayoría en ambas cámaras del Congreso para aprobar el alza de tributos, no le alcanza para modificar a fondo la ley de enseñanza ni para impulsar una nueva Constitución, lo que la obligará a negociar con la oposición conservadora.
Los líderes estudiantiles universitarios, que iniciaron marchas multitudinarias en 2011 por mejoras educacionales, advirtieron que estarán pronto en la calle, aunque también mostraron su disposición a un diálogo político transparente.
“La urgencia de la crisis educacional que estamos viviendo no permite marchas blancas”, dijo Aburman.
La mandataria deberá “gobernar ante una ciudadanía con un rol más vigilante, manejar las altas expectativas para su administración y mantener el orden y la disciplina al interior de la Nueva Mayoría”, dijo el analista Marcelo Mella, de la Universidad de Santiago.
No todas las colectividades de la Nueva Mayoría, como el centrista Partido Demócrata Cristiano, están de acuerdo con que los hijos de los más ricos estudien gratis. También se oponen a una asamblea constituyente para redactar una nueva Constitución, al igual que algunos líderes socialistas.
La educación chilena es profundamente desigual, y sólo tienen acceso a una educación primaria y secundaria de calidad los hijos de quienes tienen mayores ingresos.
Otro de sus desafíos son disminuir la desigualdad salarial, aumentar la producción energética, cuta estrechez está retrasando inversiones mineras, en un país que es el mayor productor mundial de cobre.
En su mandato anterior Bachelet realizó una gran reforma al sistema de protección social y le tocó enfrentar la grave crisis económica internacional del 2008-2009 con recursos guardados por el estado para “años de vacas flacas”, lo que le permitió crear empleos y lograr un crecimiento económico promedio de 3,2%. AP