El pasado sábado 14 de febrero en la noche, el periodista Juan Pablo Bieri, junto con su compañero, vivieron momentos de pánico en medio de enfrentamientos de manifestantes con miembros de la Guardia Nacional: “Nosotros viajamos el jueves 12 a cubrir las protestas y el orden público en Caracas y la situación estaba bien caliente. El sábado había una marcha del gobierno, la cubrimos y en las horas de la noche terminaron enfrentándose manifestantes con miembros de la Guardia Nacional. Quedamos metidos en medio de los dos bandos. La Guardia Nacional se acercó a nosotros y sin importarles que les decíamos que éramos prensa y que teníamos nuestros equipos, nos pegaron, insultaron y nos sometieron”.
¿Qué sucedió cuando los retuvieron?
La palabra mágica era decir: ¡Prensa, somos prensa internacional, por favor no nos golpeen! Les gritábamos que no nos confundieran en medio de los golpes. No alcanzamos a decir nada más, porque nos cogieron como a dos ladrones y luego nos metieron a patadas en la tanqueta.
¿Qué pensó en ese momento?
Cuando estábamos mirando hacia el piso y con las manos entrelazadas arriba sin poder hablar, pensé en mis hijos y en mi esposa; le pedí mucho a Dios, le pedí mucho a mi viejo, que se fue de este mundo hace cuatro meses, que me ayudaran.
¿Pensó que lo iban a matar?
No sé si a matar, pero la situación era muy tensa. Al lado nuestro había más detenidos, a ellos les pegaban muy fuerte delante de nosotros. Eran estudiantes venezolanos. Pensaba que si esto se lo hacían a ellos, quién sabe qué podían hacernos a nosotros si creían que yo era un infiltrado o un espía.
¿Qué hicieron cuando golpeaban a estos jóvenes?
Nos quedamos callados. Uno ahí no puede hacer nada, pero me dolió mucho. Había un joven que no estaba metido en la protesta, caminaba por ahí; le hicieron quitar los zapatos, le pegaron en la planta de los pies, lo maltrataron verbalmente todo el tiempo, lo sometieron completamente. Fue muy impactante porque sientes que te lo van a hacer a ti en cualquier momento. Si uno levantaba la cabeza, se exponía a que le pegaran un cachetadón.
¿Cuánto tiempo duraron en la tanqueta?
Fue una hora y media, la más macabra que he vivido, bajo intimidación como en la dictadura militar de Pinochet; una cosa como La noche de los lápices (en Argentina). Le decía a mi compañero que se tranquilizara, que íbamos a salir de ahí, porque él es mucho más joven. Lo que pasó fue muy grave porque sencillamente los periodistas están siendo amenazados por la Guardia Nacional y cualquier disculpa les sirve a ellos para decir que hacían parte de la protesta.
¿Les quitaron los equipos?
Sí, pero luego los devolvieron. Nos quitaron los celulares, les sacaron fotocopia a mis dos pasaportes (uno colombiano y el otro suizo). Irónicamente el comandante del operativo me dijo: “Juan Pablo, ya lo tenemos identificado y por cualquier cosa lo podemos ubicar en Bogotá”.
¿En tono amenazante?
Sí, todo el tiempo fue un tono de amenaza y de intimidación.
¿Cómo lograron que los liberaran?
¡Fue un milagro! Nadie sabía que nosotros estábamos dentro de la tanqueta, solo cuando se abrió la puerta para meter a más detenidos mi compañero alcanzó a ver a un periodista de Globo Visión que pasaba por ahí y le hicimos señas. El se acercó y por medio de una hendija lo saludamos, entonces él le dijo al conductor de la tanqueta que éramos periodistas. Ahí me tranquilicé porque ya había alguien que nos había visto. Luego apareció el coronel que maneja el operativo, nos sacó de la tanqueta. Nos robaron los celulares y nos sacaron plata colombiana en efectivo, pero eso era lo menos preocupante; era la base de datos en el celular, las fuentes y hasta fuentes de la oposición. El coronel nos sacó de ahí y nos ofreció excusas y dijo que si hubo un exceso de fuerza, que los perdonáramos. Hice un paso en cámara donde digo que esta fue la tanqueta donde nos retuvieron, y nos fuimos. Aún seguían los gases lacrimógenos, las piedras…
¿Con quién se comunicó?
Con mi esposa (Isis Durán) teníamos unos protocolos de comunicación. Habían pasado diez horas sin que me hubiera comunicado, ella empezó a tuitear que no tenía comunicación conmigo, y cuando pasaron cuatro horas más, ella se comunicó con Álvaro García, el director, y con otros periodistas. Cuando llegué al hotel, como a la 1:30 a.m., logré hablar con ella y le conté lo que había pasado; ella fue muy valiente, me tranquilizó.
¿Cómo fue esa noche en libertad?
Me quedé con mi compañero, para no separarnos. Esa noche no pudimos dormir. Al otro día tuve comunicación con el noticiero, fuimos a la embajada, donde quedó claro que no estaba garantizada nuestra seguridad; nos fuimos en el carro de la embajada al aeropuerto, nos regresamos para Bogotá.
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