Un pesebre gigante que se levanta desde hace dos semanas en el cerro Panecillo, en el corazón de la capital ecuatoriana, iluminó la Navidad de los quiteños, desbocados en los rituales de la época y en la vorágine del comercio.
Con varias figuras de unos 30 metros de altura, adornadas por 450.000 de luces de colores, el Municipio de Quito levantó el pesebre con las figuras tradicionales del Niño Jesús y José, que acompañan a la Virgen de Legarda, una escultura de casi 30 metros de alto que se erige sobre una atalaya Inca que corona el cerro.
Este año, el Ayuntamiento quiteño introdujo un árbol de Navidad de 14 metros de alto, que se unió a otros elementos del pesebre como el burro, un buey y la estrella de Belén.
El conjunto que se erige en la cima del Panecillo puede ser visto desde casi cualquier punto de la ciudad y se ha convertido en un símbolo de la Navidad para los capitalinos.
Sin embargo, la época también permite que aflore la habilidad de las familias para elaborar “Nacimientos”, algunos de los cuales han participado en un concurso abierto por el cabildo.
Uno bautizado como “Belenciclo” obtuvo el primer lugar y fue elaborado por Robinson Caiza, sobre una superficie de tres metros cuadrados y elementos confeccionados con desechos de bicicletas.
Tres esculturas de ciclistas representan a los Reyes Magos, que pedalean hacia el portal donde se encuentra Jesús, en una alegoría que actualiza la historia bíblica.
También se premiaron pesebres elaborados con cartón y papel y otro con chatarra, pero la muestra incluyó las bellas representaciones tradicionales con personajes hechos de arcilla y finamente pintados.
Sin embargo, la ciudad, en general, ha sucumbido al frenesí de las compras navideñas, por el desborde del público a los principales centros comerciales.
La congestión de vehículos ha sido una constante en la ciudad durante los últimos días, en los que la actividad comercial ha tenido su mejor época del año, según han asegurado muchos vendedores.
Las ofertas comerciales también han seducido a los ciudadanos que hasta hoy han salido a las calles para obtener el obsequio adecuado para sus familiares.
La variada oferta de prendas de vestir, calzado, aparatos electrónicos, electrodomésticos y, sobre todo, juguetes para los niños, han atiborrado las tiendas para atraer a los consumidores.
Asimismo, la oferta gastronómica se ha diversificado, pues el intercambio de regalos en los hogares se corona con la cena navideña, donde figuran pavos y cochinillos horneados, además de los tradicionales buñuelos y otros platos de cocina nacional.
La Nochebuena también da paso al inicio de la celebración del Fin de Año, que en Ecuador se festeja con la elaboración de muñecos de tela y serrín que se incineran a la medianoche del 31 de diciembre, en una ceremonia callejera en la que las personas también queman las penas y alegrías del año que termina.
Aunque esta tradición se extiende por toda la geografía ecuatoriana, en Quito se suelen realizar concursos que premian a las mejores escenas elaboradas con los monigotes, llamados también “años viejos”.
Los políticos que han dado qué decir suelen ser “los más quemados”, aunque también lo son “buenos personajes” y acontecimientos provechosos para el país.
Los monigotes son “velados” por exóticas y sensuales “viudas”, hombres que se travisten en voluptuosas mujeres que seducen a transeúntes y conductores de vehículos, a los que piden “limosnas” en monedas para “pagar el funeral” del “año viejo”, aunque la colecta sirve para financiar la fiesta.
El Municipio, sin embargo, ha vuelto a pedir a la ciudadanía que no queme monigotes en la calle por los problemas que supone esa tradición, tanto por la contaminación que genera como por la cantidad de basura que se acumula en las avenidas.
También la Policía ha emprendido una campaña para evitar el uso de juegos de pirotecnia, que suelen causar heridas y quemaduras, sobre todo a niños. EFE