No solo el Gobierno tiene por delante un 2014 de grandes desafíos. Los conflictos que se vislumbran también serán exigentes para la Mesa de la Unidad Democrática, cuya capacidad de reacción será puesta a prueba por un electorado cada vez más severo a la hora de enjuiciar su desempeño. Diseñada originalmente como una plataforma electoral, le tocará dar un obligante salto cualitativo, que le permita conservar la representación política del país democrático y, al mismo tiempo, seguir avanzando en la tarea de ampliar su radio de influencia en los auditorios que hasta ahora le han sido más esquivos.
La mutación que a la MUD le ha sido reclamada durante años tendrá en 2014 un año crucial. Al no haber mediciones comiciales planificadas para los meses próximos, su dirigencia ya no tendrá excusas para eludir la demanda que una porción de las bases del campo democrático le viene haciendo, en la aspiración de que ella desarrolle iniciativas de lucha diferentes a las estrictamente electorales. Encarar ese reproche representa una asignatura pendiente frente a la cual una MUD necesariamente remozada deberá responder con el acierto que esperan sus seguidores.
El país tiene por delante al menos 24 meses sin jornadas electorales: un largo período, si se le compara con el frenetismo electoral venezolano, estimulado siempre desde el Gobierno con el propósito de mantener encendida la útil llama de la polarización. A menos que el oficialismo se invente una historia para evitar que la normalización del orden interno induzca y profundice el malestar social, el cuadro que se le asoma a los dos polos no puede ser más levantisco.
Las tormentas económicas que impactarán a la administración sucesoral serán también una prueba ácida para el liderazgo opositor, que se verá duramente presionado para producir una política que complazca a su variopinto mundo de simpatizantes. Lo que la MUD se juega no es poca cosa, pues -en un contexto donde la estrategia electoral-incrementalista se muestra crecientemente objetada por quienes piensan que “esto no sale con votos”- ella deberá hacer méritos para luego convencer a sus seguidores de votar en las parlamentarias.
Lo que la MUD se juega no es poca cosa: crecientemente objetada por insuficiente, la estrategia electoral-incrementalista que ella sigue desde 2006, corre el riesgo de naufragar por causa del pesimismo de una parte de su electorado -convencida de que “esto no sale con votos”-, y de la inconformidad que la mesa unitaria pueda ocasionar si no es capaz de desarrollar una agenda de acciones satisfactoria a los ojos del volátil y temperamental país democrático, frente al cual la dirigencia deberá hacer méritos para poder contar en él en los comicios de 2015.