En verano y días festivos es frecuente pasar el día en la playa y tomar muchas horas el sol, sobretodo en las horas en que éste es más agresivo. El sol nos broncea, nos relaja y nos inyecta las dosis de vitamina D que nuestro cuerpo necesita para sentirse bien. Sin embargo, si no sabemos cómo tomar el sol de forma correcta, éste puede convertirse en nuestro enemigo e incluso provocarnos enfermedades graves en la piel, como el melanoma.
El cáncer de piel
El melanoma es un tipo de cáncer de piel que aparece cuando los melanocitos se convierten en malignos. Estas células se encargan de elaborar la melanina, que funciona como un fotoprotector evitando que la radiación solar dañe los tejidos del cuerpo. Así, los lunares o pecas son producto del crecimiento en grupo de los melanocitos. El primer signo de un posible melanoma es un cambio de tamaño o color de un lunar y su tratamiento depende del tipo de tumor.
Existen cuatro tipos de tratamiento y el más común es la cirugía. Esta consiste en la total extirpación del tumor. Si el tumor es más agresivo, se puede aplicar quimioterapia, aplicando fármacos anticancerígenos. La llamada bioterapia o terapia biológica, consiste en aumentar las defensas naturales del cuerpo. Por otro lado, la radioterapia usa la radiación de alta intensidad para destruir las células cancerígenas y detener su crecimiento.
Más vale prevenir que curar
Sin embargo, antes de llegar al extremo de tener que extirpar o tratar un melanoma, lo mejor es intentar prevenirlo siempre que sea posible. Para ello debemos evitar tomar el sol en exceso, sobretodo si tenemos la piel o el pelo claro. Si por varias razones no podemos controlar las horas que pasamos bajo el sol, debemos aplicar a nuestra piel un protector solar. No sirve cualquiera, pues su efectividad depende del tipo de piel que tengamos.
Tipos de protección
Debemos saber que si nuestro color de piel es pálido y le cuesta broncearse, el protector debe tener un índice de protección bastante alto (20 o 30). También debe moverse alrededor de esos índices si nuestra piel es pecosa y nos salen nuevos lunares cada año. Por el contrario, si somos de piel morena y no solemos sufrir quemaduras en la piel, podemos usar un protector solar con un índice más bajo (10 o 15). Aunque tengamos una piel muy morena y no tengamos pecas, no debemos arriesgarnos a exponernos bajo el sol sin protección solar, pues aunque no suframos signos visibles de melanoma, podemos desarrollarlo sin darnos cuenta.
A los bebés y niños hay que protegerlos especialmente. Sus pieles son muy delicadas, por lo que deberían ir a la playa o a la piscina cubiertos con ropa y gorro. Para protegerlos durante el tiempo que estén en el agua podemos aplicarles un protector solar especial para niños, que suelen tener un índice de protección bastante alto pero son menos agresivos para sus pieles.
Para que la crema solar tenga un alto rendimiento y nos proteja lo máximo posible del sol, es importante aplicarla de forma correcta sobre nuestro cuerpo. Así, la crema debe aplicarse 30 minutos antes de salir al aire libre y debe aplicarse nuevamente cada 30 minutos mientras estemos al aire libre. No debemos olvidar ponernos crema en aquellas zonas más expuestas, como los pies, la espalda y las orejas. Si además usamos repelente de insectos debemos utilizar un índice más alto de protección, pues los productos de los repelentes tienden a reducir el efecto del protector solar.
Irene García/ Diario Femenino