No quiere decir su nombre real y utilizará el de Kenji Fujimoto. Se da cita con el premio Pulitzer Adam Johnson en un karaoke de Japón para contar todos los secretos del que fuera líder de Corea del Norte, Kim Jong-il, publica elmundo.es.
Su historia pone los pelos de punta no sólo por las excentricidades del padre de Kim Jon-un sino por el miedo y el terror con el que tuvo que vivir durante 10 años. 700.000 euros en coñac, un ejército de jóvenes de 16 años que se convertían a la fuerza en las esclavas sexuales del líder norcoreano, viajes por sorpresa para comprar un Big Mac en Pekín… Así era la vida del que fuera el cocinero personal, ayudante y hombre de confianza de Kim Jong-il.
Durante la entrevista, publicada en la revista ‘GQ’, Fujimoto cuenta como sin saber absolutamente nada de Corea del Norte, en 1983 decide dejar toda su vida en Japón y marcharse a Pyongyang en busca de un futuro mejor. El cocinero trabajaba 10 horas al día en una escuela de cocina de la capital. Una tarde varios Mercedes negros llegaron a la escuela. Uno de ellos con cinco mujeres tailandesas que habían sido secuestradas y que se convertirían en esclavas sexuales de Kim Jong-il.
Aquella fue la primera cita que tuvo con el que todavía no era líder del país. Jugaron una partida de ‘yut nori’, un juego de mesa típico coreano. Hablaron de pescado, de sushi y de cuál era la mejor dieta para alargar los años de vida. Kim Jong-il le dio 1.000 dólares que Fujimoto rechazó. Así le conquistó. “Él pensó que era diferente de los demás hombres que le rodeaban, que siempre estaban tratando de ser amables y corteses con él. Estaba rodeado de hombres que lo alababan”, asegura en la entrevista.
Aquel encuentro trajo consigo buenos tiempos. Su vida transcurría entre la escuela de cocina, la visita de hermosas mujeres, las peticiones de altos cargos del Gobierno para que les cocinase y los encuentros con Jong-il con el que bebía vino y veía películas de Schwarzenegger, las favoritas del líder.
Fujimoto no sabía entonces que todas esas prebendas provenían del tráfico de armas y drogas ni tampoco que todas las bellas mujeres que le rodeaban eran chicas que habían sido secuestradas para satisfacer a Kim Jong-il.
Borracheras, esclavas y obsesiones
El cocinero decidió regresar a Japón y montar su propio negocio de sushi. Cinco años después de su marcha recibió una carta de Jong-il en el que le pedía que regresara a Pyongyang y se convirtiera en su cocinero personal. Fujimoto volvió a abandonar todo. A su mujer, a sus hijos y aceptó volver con Kim Jong-il.
Esta vez Fujimoto descubrió la verdadera realidad de Corea del Norte y de Jong-il. Las mujeres jóvenes ya no eran secuestradas de otros países para ser utilizadas como esclavas sexuales. En su lugar, Kim Jong-il había desarrollado una brigada sexual, en el que grupos de hermosas chicas coreanas, la mayoría reclutadas a la fuerza con 16 años, vivían para su entretenimiento, para darle masajes, y para el sexo.
Entre las extravagancias de Kim Jong-il estaba pedirlas que cantaran o bailaran, o que se desnudaran e incluso que boxearan desnudas ante él.
Las kippumjo o ‘Joy division’ (División de la diversión) eran enviadas a Taiwan o Hong Kong para recibir cursos especiales sobre masajismo y nadie, salvo el propio Kim Jong-il, podía tocarlas.
Las borracheras y las fiestas también eran habituales. La bodega que Kim Jong-il contaba con más de 100.000 botellas, que servían para regar las partidas de bacarrá que se alargaban hasta bien entrada la madrugada. Incluso peligrosos juegos con armas de fuego o rapar la cabeza o los testículos a sus invitados.
También había creado un instituto para la longevidad que se encargaba de investigar como alargar su vida. Incluso obligaba a un equipo de personas a que comprobaran uno por uno los granos de arroz de su comida y que rechazaran los que no eran completamente perfectos.
Fujimoto viajaba a todas las partes del mundo para satisfacer los caprichos de Kim Jong-il. A Francia a por el mejor coñac, a Dinamarca a por jamón, a Japón a por el pescado, incluso a Pekín a por una hamburguesa del McDonalds. se convirtió en su sombra durante una década, tal y como le pidió.
Jong-il le obligó hasta casarse con una cantante pese a que Fujimoto no la conocía de nada y ya tenía esposa en Japón. Ni siquiera podían conversar ya que él seguía sin hablar coreano y ella no hablaba japonés. La boda la preparó el líder norcoreano que llegó incluso a depilarle los testículos.
‘Si me traicionas, te…’
Además de cocinarle, acompañarle a las cacerías y convertirse en su sombra, Fujimoto también tenía que pasar pruebas de lealtad constantes como por ejemplo un día que fue a montar en moto acuática con Jong-il y echaron una carrera que Fujimoto ganó. Cuando llegaron a tierra el líder le dijo que en otro en su lugar habría sido ejecutado. Sin embargo, le dejó a su lado para tener a alguien que no le diera siempre la razón. “Si me traicionas, te…”, le decía constantemente.
Fujimoto también se encargó del cuidado de los hijos, en especial, del que ahora lidera el país, Kim Jong-un, con el que estuvo desde los 7 años y hasta los 18. Con él compartió juegos, educación, sesiones de cine…
En 1994, Jong-il se convirtió en el líder de Corea del Norte tras la muerte de su padre. El país entró en años de hambruna por las decisiones del presidente. Sin embargo, éste encargó la muerte del Ministro de Agricultura e incluso llegó a ordenar que exhumaran su cuerpo y le fusilaran una vez muerto.
Durante un viaje a Japón para comprar pescado, Fujimoto fue interceptado por las autoridades y sometido a 18 meses de interrogatorios sobre Corea del Norte. Jong-il lo sabía e incluso envió un asesino a sueldo para acabar con él. Sin embargo, al final el líder envío a su secretaria a buscarle para que le llevara de vuelta a Pyongyang. Fujimoto regresó aterrorizado y tras estar 18 meses bajo arresto domiciliario cuando volvió a trabajar junto a Jong-il, sólo pensaba en escapar. Y así lo hizo. Huyó y no regreso hasta la muerte de Kim Jong-il cuando recibió una invitación de su hijo para acudir al funeral.
Fujimoto saludó a Kim Jong-un, con un “el traidor ha regresado”. Sollozando, Fujimoto se dejó caer de rodillas. Kim le hizo señas para que se levantara. Nunca más regresará a Corea del Norte.