Durante el plenario de cancilleres de la Organización de los Estados Americanos (OEA), y por apenas un voto, quedó afuera el candidato que había impulsado el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, para ocupar el puesto clave de comisionado y así acceder al control de su agenda. En su lugar fue elegido el brasileño Paulo Vannuchi. También fueron nombrados el mexicano José de Jesús Orozco y el estadounidense James Cavallaro.
El fracaso de la estrategia de los países del ALBA se produjo, sin embargo, en medio de nuevos reproches de supuesta “parcialidad”, “falta de rigor” e “intencionalidad política” contra ese organismo, considerado “la joya de la corona” del sistema de la OEA. Poco antes del fracaso, el representante de Venezuela, Roy Chaderton, comparó a la CIDH con un “tribunal de la Inquisición” que se “ensaña con gobiernos democráticos como no lo hizo en el pasado con los militares” y que, en esa ofensiva, “miente, difama y los incautos le creen”.
La nueva ofensiva caldeó los ánimos durante la asamblea. “Esto muestra que los países del ALBA no se dan por vencidos y que están decididos a cargársela”, escuchó LA NACION en medio de las trabajosas negociaciones que se mantuvieron hasta anoche, cuando comenzó la votación.
También ayer, en la misma reunión, la Argentina obtuvo, una vez más, el pleno respaldo a su reclamo para que Gran Bretaña acepte negociaciones sobre la soberanía de las islas Malvinas. “Yo ya estoy sentado a la mesa de negociaciones”, desafió el canciller Héctor Timerman. “Sólo hace falta que cada uno asuma su responsabilidad”, dijo, en reproche al gobierno británico.
Hasta anoche, el malestar por la CIDH amenazaba con reeditar el debate de marzo pasado, cuando la ofensiva abierta de Quito y de Caracas por poco fracturó la deliberación. Esta vez, sin embargo, el planteo se montó sobre lo que podría haber sido un trámite de rutina: la renovación del elenco de comisionados responsable de definir su agenda de trabajo.
“La tarea de estos comisionados es básica. Todo lo que hace la Comisión pasa por ellos -recogió LA NACION-. Por eso se los elige entre figuras de probada independencia de los gobiernos a los que deben controlar.”
En los últimos meses, el gobierno de Correa había lanzado una ofensiva para lograr la elección de su compatriota Erick Roberts, que en los últimos años defendió al país en buena parte de los expedientes que le abrió la CIDH.
“Se trata de un funcionario activo del gobierno y no cumplía con el requerimiento básico de independencia”, dijeron los más molestos. “Aceptarlo hubiese sido admitir que la CIDH se convirtiera en herramienta diplomática de un gobierno y hubiese creado un pésimo antecedente”, añadían.
La carga apuntaba, especialmente, a la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión, a la que Correa tiene entre ceja y ceja y a la que atribuye “identificarse con las grandes corporaciones mediáticas y no con los intereses del pueblo, representados por el Estado”.
La crucial votación fue precedida por intensas negociaciones y presiones diplomáticas. Apenas comenzaron las deliberaciones, los representantes de Venezuela y Ecuador renovaron sus objeciones y anticiparon la intención de reiterar la carga.
El canciller de Venezuela, Elías Jaua, que anteayer había protagonizado un sorpresivo acercamiento con su par norteamericano, John Kerry, fue uno de los más elocuentes.
Los informes de la CIDH “son subjetivos y se prestan a discriminación, selectividad y a interpretaciones individuales”, dijo Jaua, luego de que, ayer mismo, un documento del organismo criticara el vulnerable estado de los derechos humanos en su país.
Mucho más detallista fue el canciller ecuatoriano, Ricardo Patiño, que, pese a que se había comprometido a respetar el mismo plazo de seis minutos que aceptaron sus pares para exponer, se extendió durante más de media hora en una catarata de diatribas en la que repitió sus habituales argumentos en la materia.
“Hay una evidente falta de rigor en sus informes” denunció, al tiempo que afirmó que eso es tan evidente que “pone de manifiesto” la intención de “debilitar” a su gobierno.
Entre los pocos que defendieron abiertamente a la CIDH figuró Kerry. En su fugaz intervención, previno que “nadie gana” si se debilita a la CIDH, a la vez que afirmó que “todos los países” están sujetos a su escrutinio. “Ningún país puede considerarse tan perfecto como para no estarlo”, dijo.
Los derechos humanos, en discusión
Durante la cumbre, los miembros del ALBA asediaron a la CIDH
Informes “subjetivos”
Venezuela y Ecuador, que buscan minar la autonomía de la Comisión Interamericana de Derechos Humano (CIDH), la acusaron de actuar de forma “discriminatoria”
Efectos políticos
El canciller ecuatoriano, Ricardo Patiño, dijo que la comisión quiere afectar políticamente a sus países
Oficialismo y oposición
Elías Jaua, su par venezolano y socio en la campaña por la reforma, alegó que la CIDH actuó equivocadamente a favor de sectores políticos y económicos opuestos al gobierno bolivariano
Silencio
La acusó además de “callar” ante el presunto llamado de la oposición “a descargar la rabia” en las calles, tras las disputadas elecciones que le dieron la presidencia a Maduro
Dardos a Washington
Sin llamarlo por su nombre, Jaua reclamó que también se elaboren informes sobre Estados Unidos, “donde se cometen graves violaciones”