El bioquímico Christian De Duve, premiado con Nobel de Medicina en 1974 gracias a sus descubrimientos acerca de la estructura y el funcionamiento de la célula, falleció este sábado a los 95 años en Bélgica, se informó hoy.
El diario Le Soir señala que, según fuentes familiares, De Duve eligió la eutanasia para morir, tras ver deteriorarse de una manera importante su salud en los últimos meses.
De Duve será incinerado “en la más estricta intimidad” y se organizará un homenaje público en memoria del científico el próximo 8 de junio.
El primer ministro belga, Elio di Rupo, ha rendido homenaje a un científico “excepcional, cuyo trabajo ha supuesto grandes avances para la medicina” y a un hombre “comprometido, que estaba ansioso por contribuir con el progreso humano”, según un comunicado del Gobierno del país.
El científico comenzó sus estudios en torno a la insulina, tras lo que se centró en la bioquímica y, en particular, en desentrañar los secretos de las células, un trabajo que le supuso el reconocimiento del Nobel.
El Premio Nobel de Medicina que recibió en 1974, junto al también belga Albert Claude y George Emil Palade (Rumanía-Estados Unidos), reconoció sus hallazgos sobre la organización estructural y funcional de la célula.
Este reconocimiento fue “la justa recompensa a una carrera ejemplar, caracterizada por un deseo implacable de elevar el nivel de conocimiento”, en palabras de Di Rupo.
De Duve nació Thames Ditton (Reino Unido) el 2 de octubre de 1917 hijo de padres belgas refugiados en el país durante la I Guerra Mundial, que retornaron a Bélgica en 1920, donde se instalarían en Amberes, capital económica del país.
Unos años después, el científico comenzaría a estudiar en la Universidad Católica de Lovaina (localidad situada en el centro de Bélgica, en la región flamenca) en 1934, donde estudió Medicina y terminaría por licenciarse en Química.
Bélgica es el país en el que desarrolló la mayor parte de su carrera profesional como investigador en Lovaina, aunque también trabajó en Estados Unidos en los laboratorios de la Fundación Rockefeller en Nueva York. EFE