“El pueblo es el cuerpo del Estado y el Estado es el espíritu del pueblo. En la doctrina fascista, el pueblo es el Estado y el Estado es el pueblo. Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado.” Frase del dictador italiano fascista Benito Mussolini (1883-1945).
Dentro del limitado vocabulario del recién estrenado presidente de esta bolivariana República, destacan (aparte de “Chávez, Chávez, Chávez”) “burguesía apátrida” y “oligarquía fascista”. Al parecer se las han “inoculado” (otra palabra de frecuente uso madurista) para que las use como graves ofensa al enemigo… que es nada menos la mitad de la población de Venezuela.
Aparte de las indispensables clases de geografía, que esperemos le estén impartiendo para que al menos sepa dónde está parado, el “nuevo” necesita urgentemente que le expliquen qué es el fascismo. A él y a los maduristas descocados que repiten cuanto disparate dice éste. La técnica goebbeliana que ya habían aplicado Jesse y Rizarra de acusar al oponente de la fechoría que ellos habían cometido para confundir a la audiencia, es usada con insospechada malevolencia por Villeguitas, que está haciendo méritos para acompañar a todo el grupo a la Corte Penal de La Haya.
Les voy a explicar por qué “fascistas” es el término que mejor cuadra a éste y al anterior gobierno. Según Wikipedia, el fascismo “es una ideología política fundamentada en un proyecto de unidad monolítica que exalta la idea de nación frente a la de individuo o clase; suprime la discrepancia política en beneficio de un partido único y los localismos en beneficio del centralismo; y propone como ideal la construcción de una utópica sociedad perfecta…”.
Si no entienden la similitud aún, sigan leyendo: “Para ello el fascismo inculcaba la obediencia de las masas (idealizadas como protagonistas del régimen) para formar una sola entidad u órgano socio espiritual indivisible. El fascismo utiliza hábilmente los medios de comunicación y el carisma de un líder dictatorial en el que se concentra todo el poder con el propósito de conducir en unidad al denominado cuerpo social de la nación”.
Como dijo el difunto: Camina como un cochino, tiene orejas de cochino, trompa de cochino, ¿qué es? Pues un gobierno fascista.
Esto es idéntico a lo que aquí llaman chavismo: “El fascismo se caracteriza por su método de análisis o estrategia de difusión de juzgar sistemáticamente a la gente no por su responsabilidad personal sino por la pertenencia a un grupo. Aprovecha demagógicamente los sentimientos de miedo y frustración colectiva para exacerbarlos mediante la violencia, la represión y la propaganda y los desplaza contra un enemigo común (real o imaginario, interior o exterior), que actúa de chivo expiatorio frente al cual volcar toda la agresividad de manera irreflexiva, logrando la unidad y adhesión (voluntaria o por la fuerza) de la población”
Y ahora chilla como un cochino: “La desinformación, la manipulación del sistema educativo y un gran número de mecanismos de encuadramiento social, vician y desvirtúan la voluntad general hasta desarrollar materialmente una oclocracia que se constituye en una fuente esencial del carisma de liderazgo y en consecuencia, en una fuente principal de la legitimidad del caudillo”.
Y ahora vamos con los militares y el patriotismo: “El fascismo es expansionista y militarista, utilizando los mecanismos movilizadores del irredentismo territorial y el imperialismo. De hecho, el fascismo es ante todo un nacionalismo exacerbado que identifica tierra, pueblo y estado con el partido y su líder”.
Como pueden ver nuestros inteligentes lectores, es imposible que el fascismo lo ejerza un ciudadano o un grupo social. El fascismo es propio solo de un gobierno que por ende controla los hilos del Estado, que por lo general se atribuye encarnar el espíritu del pueblo y que quiere el control absoluto, usando a discreción la violencia, la represión y la propaganda. Los regímenes fascistas suelen ser nacionalistas, reticentes ante los derechos humanos, feroz ante la crítica, con supremacía militar, control de los medios, usa el miedo como arma, suele mantener fidelidades arropando a la corrupción. Lo común en regímenes de corte fascista es el uso de las elecciones fraudulentas para mantenerse en el poder bajo un halo de legalidad.
En Venezuela se ha instalado un régimen de orientación ideológica “mix”: es todo un pasticho de socialismo a la venezolana, marxismo soviético, castrismo cubano, con técnicas y enfoque absolutamente fascistas. Por eso ha logrado mantenerse en el poder por más de 14 años… pero con seria resistencia por parte de una oposición que cada día está más clara en cuál es el camino para combatir las mentiras que ideologizan a una parte de los venezolanos.
Después de 18 elecciones la oposición venezolana ya aprendió dónde está el truco. La única elección que perdió el finado presidente, que la llamó “Una victoria de mier…” de la oposición, fue eso, una victoria que él volvió mier… al no respetar la voluntad electoral que rechazó una reforma constitucional. El finado, que Dios lo tenga donde merece, se valió de una Ley Habilitante y mediante decreto, promulgó todas las reformas a las que el pueblo había dicho que no y encima, pasó por encima de una materia ya juzgada electoralmente y lanzó un referendo para reelegirse por secula seculorum. Abusadorcito el finado.
Eso, sí, pataleaba cuando no le gustaba algo y sus servidores del CNE corrían a complacerle. Me recuerdo del “tramparente” Carrasquero, premiado hoy en día con un cargo de magistrado del TSJ. Y del siquiatra Rodríguez, que salió de la presidencia del CNE a ponerse la camisa rojas sin ningún rubor. Ellos cumplieron la voluntad del finado cuando protestó porque más de 3 millones de venezolanos firmaron para pedir su revocatorio en 2003: “A mí me tienen que convencer firma por firma y huella por huella para que haya juego, estoy seguro que más de la mitad de esas firmas no pasaran la prueba del Consejo Nacional Electoral, porque son producto de un intento masivo de fraude”, dijo. Los venezolanos, pendejos todavía que creían que el interfecto saldría por votos, volvieron a firmar, pusieron la huella, hicieron un reafirmazo cuando el CNE inventó lo de las firmas planas para descalificarlas. Al final, por supuesto, ganó quien tenía el poder para ganar.
Pero ya la lección está cada vez más aprendida. La oposición está en su derecho constitucional de pedir un recuento de votos, algo que se hace en cualquier país donde haya dudas razonables sobre un resultado estrecho. Y les voy a decir las dudas de la oposición para que ustedes decidan si son razonables.
1) Maduro obtuvo 700.000 votos menos que el finado el 7-0, pero en más de mil centros electorales sacó hasta el quíntuple de votos que su “amado padre”.
2) 540 máquinas electorales dañadas arrojaron al total más de 180.000 votos.
3) Más de 100.000 jóvenes no fueron incluidos en el RE porque supuestamente sólo iba a votar el RE del 7-0. Pero muchos de ellos aparecieron votando en centros electorales lejanos a su residencia.
4) El Registro Electoral no fue limpiado de difuntos ni de mayores de 100 años, que también pudieron votar.
5) Se estima que más de un millón votaron “asistidos” por personas que guiaron su voto hacia Maduro o votaron sin paraban (o con uno tan bajo que se veía su elección).
6) El Registro Electoral del 7-0 es de 18.854.935 electores. Es el mismo que se usaría el 14-A. Entonces ¿por qué aparecieron en esta oportunidad 18. 904.362 votantes? Es decir, una diferencia de 49.427 inscritos. ¿Quién los inscribió? ¿ Dónde votaron?.
7) El Comando Simón Bolívar tiene otras pruebas de irregularidades en sus manos: Mesas no auditadas; 10% de las auditadas sin testigos de la oposición (algunos de ellos sacados a punta de pistola de los centros); personas que fueron atrapadas con 40 cédulas; otros que fueron identificados como que ya habían votado en otros centros. Más de 3.000 denuncias en poder del comando de Capriles dan cuenta de un proceso con múltiples vicios.
Y eso por no hablar de todo el ventajismo publicitario y económico; de la probada coacción sobre empleados públicos y beneficiarios de misiones; del cierre de las fronteras 5 días antes de las elecciones para que los venezolanos no ingresaran a votar; de la no reapertura del consulado en Miami, que congrega el mayor grupo de venezolanos en el exterior. A estas alturas los votos del exterior aún no aparecen en las actas de escrutinio del CNE.
Con una diferencia de menos de 300.000 votos y ese cúmulo de irregularidades que pueden afectar el resultado final, la oposición ha hecho una sencilla y legal petición de recuento. La reacción gubernamental de tildar estas acciones de golpe de estado, de hablar de sicarios y magnicidios, de azuzar a sus seguidores para que enfrenten a la oposición “fascista”; la cayapa de las señoras del CNE ( que consideran el proceso cerrado y solo ante la presión pública accedieron a “auditar” el otro 46%), de la señora del TSJ, que adelantó opinión en un asunto que no es de su competencia, por ahora; de la Fiscal que salió espada en mano a cortarle la cabeza con un código al candidato y a sus seguidores; de la Defensora, que solamente defiende a sus rojos.
Todo esto es muy mala señal: Si no les gusta el recuento, por algo será. El gobierno ha reaccionado como se espera de un régimen fascista: Usar la fuerza contra la disidencia, las armas contra la protesta. El salvajismo militar con que se ha repelido a manifestantes desarmados, el desmontaje de las mentiras de asesinatos y quemas de CDI ( de los cuales, como de costumbre, no tienen ni una prueba), la continua agresión verbal del presidente-mientras tanto, el uso de las cadenas como opúsculo aberrante contra la oposición (algo a lo cual el finado no se atrevió), denotan que es verdad lo que dice ese brutal Diosdado Cabello cuando afirma que se soltaron los demonios porque se fue quien los tenía aguantados.
Todas las señales son del final de los tiempos. Aquí no hay golpe, sino un gobierno que gracias a su propia torpeza e ilegitimidad, se cae de maduro.
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