En Valencia, la tercera ciudad más grande de Venezuela, Pedro Martínez se pone una camisa pues se acercan visitantes atraídos por el parpadeo de velas en esta casa de una planta de bloques de cemento en un barrio de clase media. Adentro, se siente un calor pegajoso. En la puerta principal cuelga una hamaca.
Fotos AP
Por FRANK BAJAK/Associated Press
“Esto pasa todos los días”, dijo Martínez, aludiendo al apagón, mientras sostenía una vela cerca de un periodista para que tomase notas. Era el segundo apagón del día. El primero se produjo poco después del mediodía.
Estos episodios se vienen repitiendo desde hace cinco años en todos lados menos en Caracas. Los apagones, una infraestructura que se viene abajo y otras promesas incumplidas corroboradas esta semana durante una visita al corazón industrial del país podrían incidir en las elecciones del domingo para reemplazar al presidente socialista Hugo Chávez, fallecido el mes pasado debido a un cáncer.
Su supuesto heredero político, Nicolás Maduro, es favorito para ganar, en buena medida por los generosos programas sociales para los pobres, que Chávez priorizó por sobre las obras públicas, con una gran excepción: las viviendas.
Las encuestas, no obstante, indican que podría estar perdiendo apoyo y los apagones asoman como un reflejo del poco interés que el gobierno de Chávez puso en ciertos aspectos de la economía, algo que muchos venezolanos consideran inexcusable en un país productor de petróleo. La persistente violencia de la delincuencia, la inflación, la corrupción oficial y la escasez de alimentos son otros factores a tener en cuenta.
Algunos de los apagones son programados. Pero la mayoría no son anunciados. Generalmente duran entre tres y cuatro horas diarias, según Miguel Lara, que administró la red de suministro de electricidad hasta que Chávez lo destituyó en el 2004 por considerarlo un “riesgo político”.
José Aguilar, un consultor quien vive en los Estados Unidos y ha trabajado mucho en la industria eléctrica venezolana, dijo que la red sufre un “pronunciado deterioro”. No hay suficientes líneas de transmisión, las cuales se recalientan tanto que el año pasado se quemaron 20.000 transformadores de distribución. “Se ponen al rojo vivo”.
El estado de las subestaciones eléctricas es precario, indicaron Aguilar y Lara. Si una deja de funcionar, las otras también. Los empleados ni siquiera tienen fusibles, señaló Lara.
“Están desatendidas. El personal no tiene ni los guantes, ni el uniforme”, manifestó Lara. “Hay fusibles que se los construyen ellos para que sigan operando”.
“No hay dinero para comprar repuestos cuando algo se rompe”, sostuvo Giovanni Rinaldi, quien trabajó 15 años en una planta hidroeléctrica en Ciudad Guayana, al este del país.
Rinaldi fue despedido luego de colgar en Twitter fotos del vehículo de una empresa de servicios públicos con afiches de campaña de Maduro. El vehículo fue usado también para sacar afiches de Capriles, según Rinaldi.
“Nosotros los trabajadores con la plata de nuestros bolsillos ponemos la plata para que esos vehículos siguen funcionando”, dijo Rinaldi, quien tiene 40 años y dos hijos, en una entrevista telefónica. “No es justo”.
El gobierno no invirtió lo suficiente para ampliar y mejorar la red eléctrica, según sus detractores, quienes dicen que parte de los problemas fueron causados por técnicos cubanos, iraníes y uruguayos traídos por Chávez para manejar el sistema. La cantidad de accidentes se multiplicó por diez y hay sectores en estados remotos donde sufren apagones que a veces duran de tres a cinco días, según Lara.
Maduro, quien asumió como presidente interino el día del funeral de Chávez, promete mejorar la red, pero atribuye los recientes apagones a sabotajes de partidarios de su rival en las elecciones del domingo, Henrique Capriles.
El gobierno militarizó el sistema eléctrico y dijo el martes que al menos 17 supuestos saboteadores habían sido detenidos, sin ofrecer detalles.
Rinaldi, quien es técnico en computadoras, fue acusado de sabotaje en su carta de despido, algo que él niega vehementemente.
Las medidas del gobierno no acabaron con los apagones ni con las quejas.
En un acto de campaña realizado el sábado en Puerto Ayacucho la multitud le gritó “¡Luz! ¡Luz! ¡Luz!” a Maduro. Los diarios dijeron que la televisión estatal silenció los micrófonos que captaban los sonidos ambientales.
Los esfuerzos por hablar con representantes de la empresa eléctrica estatal, Corpoelec, fueron infructuosos. Nadie respondía la línea principal. El presidente de Corpoelec es Argenis Chávez, hermano del finado presidente. Según un despacho de la agencia estatal del lunes, admitió que había problemas y prometió “un gran esfuerzo para superar progresivamente” los problemas con una inversión de más de 1.000 millones de dólares.
En Valencia, Martínez y su esposa Aura tienen la costumbre de apagar el televisor y el acondicionador de aire porque se ven venir apagones. Un pique dañó el acondicionador de aire hace un mes aproximadamente.
Cuando se le preguntó si los chavistas merecían seguir en el poder, Martínez habló con rabia de cómo están empeorando las cosas, de la escasez de alimentos y la interrupción del suministro de gas para cocinar. Ahora hay que hacer colas para conseguir el gas.
“De política no hay que hablar porque todo está a la vista, no se necesitan anteojos”, declaró, apuntando hacia una calle a oscuras. “No se consigue los implementos para subsistir, para comer. Para conseguir gas hay que salir y hacer cola de madrugada”.
Martínez dijo que votará por Capriles.
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En un video del gobierno del 2009, una voz femenina describe un tren que transportaría casi 100.000 personas todos los días por la ruta que conecta Puerto Cabello, el principal puerto venezolano, con Valencia y la otra ciudad grande del interior, Maracay. Dijo que estaría listo en el 2012.
Luego de una década de construcción, no obstante, no se ha completado ni una sola sección.
El ferrocarril tal vez sea el símbolo más visible de las promesas incumplidas de los 14 años de gobierno de Chávez. Es el eje de un ambicioso proyecto que contempla la construcción de una red de ferrocarriles que cruzarán todas Venezuela, un país en el que actualmente hay apenas 40 kilómetros (25 millas) de rieles funcionando.
En Maracay, paralelo a la principal carretera de Venezuela corren torres de cemento de tres pisos conectadas por monstruosas vigas. El tendido de rieles por donde circularán los trenes se interrumpe abruptamente en cruces de carreteras. Hay estaciones fantasma.
“Esto va muy lento”, declaró el obrero de la construcción Anselmo Mendoza, de 46 años, mientras trabajaba en una de esas estaciones. “No hay ninguna coordinación”.
Mendoza trabaja en este proyecto desde hace nueve años. La mayoría de los días, él y sus compañeros tratan de mantenerse ocupados haciendo cosas que no tienen nada que ver con la construcción.
Hasta ahora se han gastado miles de millones de dólares en el proyecto de 128 kilómetros (80 millas).
Interrogado acerca de las demoras y del presupuesto, el vocero del ministerio del Transporte Alexis Cabrera dijo que tenía que pedir permiso al ministro para responder, pero no volvió a llamar.
En sus actos Capriles le recuerda constantemente a Maduro la lista de proyectos que Chávez no terminó.
En la noche del miércoles, en Maracaibo, dio el siguiente ejemplo: un segundo puente sobre el lago que lleva el nombre de la ciudad. Chávez puso la primera piedra en el 2006. Al año siguiente volvió para tirar por segunda vez la primera piedra. Pero no se ha hecho nada.
“No tienen planificación”, sostuvo Cecilia Herrera, profesora de ingeniería civil de la Universidad Central de Venezuela que asesora a Capriles.
Otros sospechan que hay tantos proyectos sin finalizar por la corrupción.
“Han dicho cantidad de veces que todos los días tapan todos los huecos y resulta que nuca tapan nada”, expresó la mujer en alusión al programa Fiesta de Asfalto del gobierno.
Maduro generalmente evita hablar de las obras públicas durante la campaña, aunque en una parada esta semana en el estado de Apure ofreció disculpas por las demoras en una extensión de la carretera, una clínica para mujeres embarazadas y un puente, prometiendo concluirlos.
Debajo de un sector sin terminar de la carretera elevada de Maracay, un puñado de hombres estaban sentados sobre una topadora y dos camiones de basura bajo un sol abrasador recientemente. En determinado momento empujaron tierra y movieron escombros debajo de la sombra de los rieles.
Pero había evidencia de otra cosa que genera descontento y ha hecho que Santiago Alvarez, padre de cinco hijos que reside en las cercanías, pierda la paciencia con el gobierno.
Le comentó a un visitante de la presencia de traficantes de drogas y de policías corruptos en un sector del tendido férreo a una cuadra.
“Por allá mataron un tipo la semana pasada, debajo de los carriles, en plena luz, a las tres en la tarde”, advirtió. “Aquí estamos metido en todo, profundamente. La policía roba tanto como los drogadictos”.
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La vivienda es un gran problema y una prioridad del gobierno.
Se calcula que 2 millones de los casi 30 millones de venezolanos no tienen hogares permanentes y una de las “misiones” de Chávez en su lucha contra la pobreza fue la construcción de casas.
Pero las obras marchan lentamente. El gobierno dice que construyó 370.500 viviendas y departamentos en los dos últimos años y que más de 3 millones de personas solicitaron residir allí.
En la ciudad de Guacara, parada del ferrocarril no terminada entre Valencia y Maracay, unas 100 mujeres invadieron un lote junto a una fábrica de neumáticos Pirelli el fin de semana pasado.
La policía rodeó el lugar y, dos días después, no permitían el paso de agua ni alimentos para las mujeres, quienes se protegían del sol bajo lonas atadas a arbustos.
“Les dan casas a sus familias y a personas cercanas”, alcanzó a decir una mujer que no quiso identificarse, aludiendo a partidarios del gobierno, antes de que la policía alejase a un periodista.
Las hermanas Diana, de 26 años, y Laura Rojas, de 19, se unieron a las invasoras pero finalmente desistieron.
Son ambas madres solteras que sueñan con tener sus propias viviendas. Laura viva con su madre, en una casa muy pequeña, mientras que Diana está cansada de destinar la mayor parte de lo que gana vendiendo sábanas en la calle al alquiler de un cuarto.
“Si uno no invade, no hay casa para uno”, afirmó Diana, quien votó por Chávez en octubre pero no estaba segura de hacerlo por Maduro el domingo.
Las invasiones de tierras no son nada nuevo en Venezuela. La novedad ahora es que la gente está invadiendo lotes costosos en el centro de las ciudades.
Rosa Contrera, un ama de casa de 57 años, sacudió la cabeza al caminar junto a los invasores. El día previo residentes de un edificio vecino al suyo habían atacado a los invasores con bombas molotov.
“Esto es lo que ha creado el chavismo, gente que esperan todo gratis”, sostuvo la mujer, quien apoya a Capriles. “Un país no avanza con esa mentalidad”.
El gobierno dice que bajo el gobierno de Chávez la pobreza disminuyó más del 50% y llega hoy al 21%, aunque admite que todavía hay mucha miseria.
El lago Valencia ha ido creciendo algunos centímetros año tras año y se devoró la casa de Antonio Rojas el año pasado.
“Nos hicieron llenar papeles pero no nos han entregado nada”, afirmó el hombre, de 67 años, que trabaja en un vivero y gana el equivalente a 17 dólares diarios al cambio oficial y 5 dólares en el mercado negro.
En unos terrenos ocupados en las afueras de Tacarigua, una localidad al sur de Valencia junto a un ingenio, Rojas y su esposa viven en una casucha de aluminio, con piso de tierra, con su hijo Gregorio, de siete años. El niño no va a la escuela porque no hay una en la zona.
Tampoco tienen agua corriente ni cloacas. En la mesa de la cocina hay una pila de platos sucios. En el patio, basura quemada.
Cuando los visitó un periodista, llevaban una semana sin luz. La obtienen de un transformador vecino del que cuelgan numerosos cables pelados.
“Saltan chispas de los cables cuando los postes se mojan”, dijo la esposa de Rojas, Carmen. Le preocupa que Gregorio y los demás niños resulten lesionados.
A pesar de sus padeceres, casi todos los miembros de las 200 familias que viven allí son chavistas y planean votar por Maduro.
Rojas dijo que votó por Chávez en todas las elecciones pero ahora está decepcionado y no sabe todavía por quién votará.
“Lo cierto es que nos quedamos sin nada”, afirmó.
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El reportero de la AP James Anderson colaboró en este despacho desde Maracay.