Para el director el concierto que realizó junto a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela en el Teatro Colón de Buenos Aires fue una consagración musical.
Prensa FundaMusical Bolívar
Salvaje. Así describe el maestro Gustavo Dudamel el momento que hoy vive en el escenario la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela (OSSBV). Basta con escucharlos tocar La Consagración de la Primavera de Ígor Stravinski o La noche de los mayas de Silvestre Revueltas para entenderlo.
“La Consagración es eso, una consagración. Pero por dentro tiene un salvajismo o un primitivismo que te empuja a pensar en la estética de la composición, en lo maravilloso de los colores de la obra. Igual pasa con La noche de los mayas. No es solamente la agresión de las danzas rápidas, son también salvajes. Cuando consigues captar esas diferentes perspectivas encuentras un color único. Es por eso que en el escenario vivimos un momento súper salvaje. Terminamos con la respiración agitada. Terminamos con un ritmo incoherente que nos llevó a una elegancia salvaje”, aseguró frente a medios brasileños y venezolanos el maestro Gustavo Dudamel.
Es esa “elegancia salvaje” lo que ha demostrado frente a los grandes públicos del mundo la maduración técnica y musical de la OSSBV. Y la “Gira Latinoamericana por la vida y por la paz” no ha sido la excepción. Ya Buenos Aires y Sao Paulo han recibido la lluvia de energía de una orquesta madura que no pierde su jovialidad.
“La orquesta conserva mucho esa chispa juvenil que la hace única. Está en el ADN, es una cuestión ‘Abreuniana’. Aunque no sé si esa palabra exista, podríamos definirla como esa convicción de entregar todo, hasta lo que no tenemos, cuando estamos haciendo música. Claro, dentro de esa evolución está el crecimiento artístico de la orquesta y la coherencia en el discurso musical. ¡Es muy difícil! Son obras que se interpretan muchísimo, que forman parte del repertorio tradicional de una orquesta. Pero cuando creas un discurso propio sobre piezas que han sido interpretadas tantas veces, es mucho más complejo”, dijo el venezolano que hoy dirigirá el último concierto en Sao Paulo para luego partir a Brasilia, en donde se presentará el martes 9.
Este trabajo complejo es posible tan solo, asegura Dudamel, gracias a la “camaradería” que existe entre los miembros de la sinfónica, quienes suman casi 20 años de vida y música juntos. Tiempo que les ha contribuido a sellar el éxito artístico y social de la agrupación cúspide del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles de Venezuela fundada por el maestro José Antonio Abreu.
“La camaradería entre nosotros es única. No creo que exista otra sinfónica así. Eso se logra con el respeto, pero sobre todo con el trabajo en equipo. Ver en Argentina a los espectadores del Teatro Colón aplaudir y gritar fue como una consagración. ¡Es una consagración permanente! No solo a la Orquesta Simón Bolívar sino a todas las orquestas. Cada uno de esos aplausos no son para nosotros nada más, sino para todos esos niños del interior del país que están creciendo en el mundo musical. Son ellos quienes van a tomar el testigo. La orquesta es un emblema de unión, de paz, de infinita belleza; porque tener acceso a la música es tener acceso a la belleza. ¡Eso es la orquesta!”, confiesa Dudamel sin dejar de mencionar que en julio asistirá, junto a una representación de más de 1000 músicos de El Sistema, al Festival de Salzburgo, en Austria.
Es que Gustavo Dudamel no para de reconocer, en cada oportunidad que tiene, el trabajo que ha realizado el maestro José Antonio Abreu frente al Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela. Institución que ha contribuido al cambio social y cultural venezolano en los últimos 38 años.
Para el también director de la Filarmónica de Berlín “El Sistema no es una fábrica de músicos”, es más bien “una escuela de ciudadanía”. “Yo soy hijo de El Sistema, que ha sido desarrollado por el maestro Abreu, quien ha luchado día tras día porque este proyecto se consolide. Una orquesta es un país, es una comunidad, una ciudad. El Sistema se ha convertido en un símbolo en nuestro país. La música en Venezuela es un derecho social y ciudadano. Así como cada niño tiene derecho a la salud, a la alimentación y a las necesidades básicas, también tiene derecho a tener un instrumento y a tener espacios en donde desarrollar su arte. Por eso es importante la exposición del arte como un elemento fundamental de la sociedad. Así que es maravilloso que la orquesta sea el emblema de un país”, afirmó el maestro minutos antes de continuar ensayando la Sinfonía No. 5 en do menor, Op. 67, de Ludwig van Beethoven.
Este periplo musical que continuará por Sao Paulo, en Brasil, se inscribe en la celebración del 38 aniversario de El Sistema de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, adscrito a la Fundación Musical Simón Bolívar, que pertenece al Ministerio del Poder Popular para el Despacho de la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela.