Wallis Simpson, la mujer de ojos color zafiro por la que Eduardo VIII renunció al trono británico, fue “muy moderna” y “adelantada a su tiempo”, asegura a Efestilo Juan Vilches, autor de la novela “Te prometo un imperio”.
Silvia Rodríguez/EFE
La esposa de Eduardo VIII marcó profundamente la historia de Inglaterra. El duque de Windsor renunció, en diciembre de 1936 al trono al que accedió en enero del mismo año, a causa del amor “enfermizo” hacia esta sofisticada mujer estadounidense y alejados del Palacio de Buckingham vivieron una vida de lujo convirtiéndose en iconos de la moda.
El libro de Vilches recrea la estancia de los duques de Windsor en el hotel Ritz de Madrid en plena posguerra. A través de él podemos descubrir las peculiaridades y el ropero de la mujer considerada “durante más de diez años” como “la mejor vestida”, y su marido.
El escritor madrileño explica que Wallis era una mujer “muy inteligente” e “ingeniosa”, capaz de provocar una crisis constitucional en una monarquía como la británica, “un imperio de 1.500 millones de habitantes”, y llegar “al hombre más poderoso del mundo en ese momento”, hacerle meditar si merecía la pena ser rey emperador y que al final diese “todo por ella”.
Wallis Simpson era buena amiga de Coco Chanel y todos los años compraba “cien vestidos de los grandes modistos de París y Nueva York” pero, si tanto ella como su marido fueron fieles a una firma de lujo, fue a la casa de joyas Cartier.
El estilo Art Nouveau de la Maison caracterizó el joyero de Wallis Simpson, donde abundaban los zafiros que hacían juego con sus ojos y por eso se habían convertido en su piedra favorita.
El último obsequio de su marido antes de abandonar París fue un espectacular broche con forma de flamenco, compuesto de rubíes, esmeraldas, zafiros, diamantes, “una obra maestra que dejaba boquiabierto a cualquiera”.
Más tarde, en los años 50, la casa francesa hizo para ella una pantera que se convirtió en la pieza más codiciada. Además, el duque le compró numerosas pulseras con dedicatorias de amor grabadas.
Eduardo también le regaló a Wallis las valiosas joyas de su abuela, la reina Alejandra, pero años más tarde “desaparecieron misteriosamente” y otras piezas de la pareja “se vendieron un año después de morir ella”. El resto de su joyero lo subastó en el 2010 la casa Sotheby’s.
Sus apariciones en público no dejaban indiferente a nadie, “siempre fueron muy carismáticos”, explica el autor. Y aunque el pueblo inglés no perdonó a Eduardo VIII que abdicara por una mujer, “a nivel mundial eran adorados, fueron portadas de todas las revistas” y su esposa “para la moda era muy especial”.
Odiaba los sombreros, “no se sentía a gusto” con ellos y rápidamente “el peinado Simpson” fue copiado por todas las jóvenes de París, adoraba los guantes porque tapaban sus manos “que eran muy grandes” y el color de sus ojos, “lo más bonito de su cuerpo”, fue comparado con el color de los zafiros, dando lugar a la denominación “azul Wallis” para clasificar ese tono entre azulado y violeta.
Después de una vida entre joyas, grandes diseñadores y anhelos de realeza, Wallis Simpson, años después de la muerte de su esposo, murió sola, mal alimentada y encerrada en una habitación en París. EFE